jueves, 25 de octubre de 2007

el poder del banquete

NOTA PREVIA:
La base principal de la teoría que viene a continuación no es mía, podéis leer más ampliamente las ideas desarrolladas aquí y aquí.
Ninguno de los dos enlaces corresponden al texto original que leí en su momento, pero es que fue hace más de un año y no sé si sabría reconocerlo habiendo tántas páginas que tocan el tema. En cualquier caso esto está desarrollado a partir de un resúmen que hice también hace tiempo sobre las ideas de ese texto.

El documento original explicaba cómo el origen de la civilización es parejo al desarrollo de ciertos tipos de cultivos, y de cómo la acumulación de alimentos hizo posible la aparición de sector terciario y los grandes países.


Las más grandes civilizaciones y ciudades han surgido gracias a la agricultura, pero no cualquier agricultura, sino la de aquellos vegetables que poseyendo unos valores nutricionales completos, además pudieran ser acumulados durante mucho tiempo sin pudrirse: el trigo, el arroz, el maíz, la caña de azucar, avena, centeno...
En torno al trigo crecieron las civilizaciones egipcias, mesopotámicas y europeas; con el arroz las orientales; y con el maíz las de América.

El tener una reserva de alimento para las épocas duras y de escasez es un aliciente para la concentración humana, la gente se congregaba en torno a estas reservas por la seguridad que proporcionaban, generando grandes ciudades que de otro modo serían imposibles. Si no hay reserva, no queda otra opción que la vida dispersa, la vida nómada en busca de la tierra fértil o de alimento, siendo inadecuadas grandes aglomeraciones que depredarían los recursos efímeros de un territorio en poco tiempo.

La idea inicial de los "impuestos" era que cada ciudadano aportase una pequeña parte de su cosecha a una reserva común para disponer de un depósito de emergencia comunitario. Dada la naturaleza jerárquica humana, quien se encargaba de recopilar el alimento terminaba adquiriendo poder y una posición por encima de los demás, hasta llegar a olvidar su verdadera función de guardián de los alimentos colectivos y disponer de ellos a su antojo como si fueran propios por derecho.
El que guarda los alimentos puede formar un séquito de privilegiados en torno a él, con derecho a más ración, que le ayudarán a mantener el poder.
De este modo un simple vigilante de la reserva común puede llegar a convertirse con el paso del tiempo en un señor feudal, en un faraón, en un emperador. Cuanta más comida almacena, más soldados puede reclutar y a más campesinos puede exigir el impuesto de trigo. Nuevamente más reserva y más soldados, más territorios bajo su dominio y más súbditos a los que reclamar impuestos.

Bajo este sistema, en muy poco tiempo, la existencia de una reserva de alimentos-riqueza permite que gran parte de la población ya no tenga que dedicarse a la agricultura o la ganadería para subsistir, con lo que pueden aparecer nuevas profesiones no productivas, esto es: el sector terciario: artesanos, constructores, soldados, pensadores, artistas, ociosos...
Lo que en un principio era una reserva común para equidistribuir se convierte en un tributo obligado para subvencionar a una especie de mafia: el jefe, el rey, la nobleza. Pero ya es demasiado tarde para el campesinado: gracias sus aportaciones, los jefes se han hecho tan poderosos y pueden pagar tantos soldados y armas, que la sublevación es complicada. Los soldados son fieles precisamente por la existencia de esa reserva, gracias a la cual no les faltará techo y comida aunque el pueblo se muera de hambre.
Además, los jefes y sus soldados tienen otra función: proteger las cosechas de saqueadores y de otros jefes vecinos.

Así van creciendo las ciudades, los imperios, y los campesinos van perdiendo la tierra y quedando atrapados entre varios frentes, sin posibilidad de huir a cultivar otras tierras que no sean de nadie, porque si no son de nadie es porque son improductivas o muy difíciles. Por ejemplo, en las montañas existía más probabilidad de que quedaran pequeñas tribus ajenas a los tributos de los Señores, tribus pequeñas y dispersas, porque la orografía y el clima de la montaña no ofrecen buenas condiciones para la siembra ni para alimentar a mucha gente en todas las estaciones.

Aquellos lugares del mundo que no disponían de un tipo de cultivo o alimento estable no podían acumular demasiado sin que se pudriese, y por tanto sus jefes no tenían tanta solvencia ni poder para subvencionar el sector terciario, ni para expandirse... se quedaron en jefecillos al tener el crecimiento limitado, y por tanto (nuevamente) permanecieron en un estado de civilización más primitivo, dedicada la mayor parte de la población a la obtención de recursos de subsistencia; como cazadores-recolectores errantes, nómadas; o en tribus de tamaño limitado por los recursos del entorno, en lucha con los pueblos limítrofes por esos mismos recursos escasos, o saqueando otros territorios en época de escasez.

La acumulación de reservas alimenticias se fue traduciendo en acumulación de dinero. El dinero tiene sentido cuando se puede intercambiar por algo valioso de lo que existen reservas. El dinero se cambiaba hasta no hace mucho por oro, porque todo el mundo sabía que el oro se podía cambiar en última instancia por comida.
Cuando la comida escasea el dinero empieza a valer cada vez menos, y si se acaba, si no hay reservas a la venta, directamente el dinero no vale nada. La gente se guarda su comida (quien la tenga) y no trueca los billetes ni el oro.

Afortunadamente, en los siglos recientes (pero no precisamente por las buenas, tuvieron que surgir movimientos obreros, protestas, y cortar alguna que otra cabeza) los jefes volvieron a recordar que los impuestos -las reservas que acumulaban- no les pertenecían a ellos: eran del pueblo y debían destinarse mismamente al pueblo.

Aun así, existe la corrupción, las malversaciones... pero digamos que al menos la mayor parte de lo que entra del pueblo vuelve a salir hacia el pueblo; no es tan escandaloso el atraco de los "guardianes de la reserva" como en otras épocas.

Para acabar, volviendo al tema de los alimentos: un banquete no es otra cosa que una ostentación de poder, y esto es extensible a todas las culturas, a todos los jefes y jefecillos por muy maltrecha que fuera su reserva. Ya desde la antigüedad, un jefe podía demostrar a otros jefes y a sus súbditos cuán poderoso era cuantas mayores cantidades de comida fuera capaz de servir. En este sentido se realizaban auténticos derroches por parte de la nobleza. En la edad media, por ejemplo, había banquetes que duraban tres días - sí, tres días nos contó la guía del castillo de Turku, en Finlandia, al pasar por la sala de banquetes- durante los cuales los invitados comían, vomitaban, se echaban a dormitar a ratos en cualquier rincón de la sala donde mismamente hacían sus necesidades, reincorporándose de nuevo al banquete contínuo sin importar si era de día o de noche: comer y beber sin parar. Y qué decir de las bacanales romanas, al menos estos fueron más higiénicos, vomitaban en lugares apartados...
En el medio oriente más tópicamente pero también en otras culturas, un hombre podía tener tantas esposas como fuera capaz de mantener, y los más pudientes: los sultanes, tenían harenes.
Mujeres, hijos, soldados, reinos... tenían que poder alimentarlos a todos para poder tenerlos en tan enorme número, y también tenían que demostrar a sus rivales que podían hacerlo.
Un gran banquete sería una demostración de fuerza disuasoria, sin necesidad de recurrir a una guerra, como también lo son otro tipo de ostentaciones y derroches: monumentos, fiestas...

Y un último apunte de todo esto: esta historia venía a mostrar de alguna forma que algunos grupos humanos, debido a la región geográfica en la que vivían y el tipo de cultivos de que disponían, se encontraban en mejores condiciones que otros para desarrollar el sector terciario: la posibilidad de acumular trigo, por ejemplo, descargaba a un significativo porcentaje de ciudadanos de las labores primarias de subsistencia y les otorgaba así tiempo para el estudio, la investigación; el desarrollo de la ciencia y las artes... muchas veces al servicio de la guerra, pues los que pagaban eran los jefes.

4 comentarios:

La interrogación dijo...

En cuentos, películas, historias varias, la mención y descripción de banquetes inspira momentos para mi agobiantes. Tanta comida, tantos platos.
Hace tiempo me leí un libro que se llama "El banquete". Es una descripción de la preparación de una fiesta en un palacio y mola.

Bito dijo...

Qué interesante, Herel, especialmente la primera parte. Una sóla correción lo de los banquetes de tres días con vomitona incluída no viene de la Edaad media, sino un pelín antes pues ya lo hacían los Romanos, y seguro que éstos, que lo copiaban todo, lo absorvieron de cualquier otra civilización... aunque pocas había tan ostentosas como la suya en aquellos momentos.

Un saludo,

Herel dijo...

Bito, ya digo que lo del banquete es extensible a todas las culturas e incluyo el apunte de las bacanales, sólo que no me he extendido en ellas porque no sé lo que durarían éstas.

Inte, yo directamente no soy mucho de banquetes, me agobia hasta que me sirvan la comida, prefiero estar de pie haciendo algo que sentado esperando. Y desde luego que hay mucho derroche de dinero en comilonas y banquetes... pero también hay gente que vive de eso.

Zereth dijo...

Uhh mañana voy a un banquete, jeje aunque todo el día de hoy he estado comiendo antojitos, vengo de visita a Oaxaca y parece que será mi última cena.

Al paso que voy, espero no sea hoy.


Ehhh que curioso, apenas antier, estaba leyendo una nota sobre un almacén (genético) de todas las semillas en Noruega para preservar su cultivo.

Mira, hasta parecería que el beneficio mundial por los cultivos también beneficia a los poderes económicos actuales.