domingo, 18 de junio de 2006

caravana

Hace tiempo... regresaba yo solo con el coche, anocheciendo, por la carretera de Burgos, y casi pasado Somosierra empezó todo el jaleo de tráfico. Fuí dejando pasar áreas de servicio, apurando, hasta que me ví sin poder aguantar más y clavado entre una marea de coches totalmente detenidos. A la altura de El Molar la saturación era tal que apenas se avanzaba, a ratos movías un poco el coche y te volvías a detener.
Y yo que me meaba, y ni sabía dónde estaría la siguiente gasolinera ni cuánto tardaría en llegar a esa velocidad (aunque es equívoco llamar velocidad a tal lentitud).
Así que me salí por la primera salida que logré alcanzar, y salí disparado como una flecha en perpendicular por las calles vacías de las urbanizaciones hasta llegar al final de la civilización: un cerro con una explanada pelada. Paré el coche en el límite de las mortecinas farolas de las urbanizaciones y me adentré en la oscuridad, hasta el borde del cerro donde meé por fín, cara a un horizonte de dehesas y montes.
Se veía un precioso cielo estrellado, bosques dispersos; calma, silencio, tranquilidad. Quién diría que a un kilómetro de ahí había una autopista totalmente repleta de personas enlatadas, retenidas y agobiadas. Pero ni su sufrimiento, ni sus luces llegaban hasta ese cerro, que daba la espalda a aquella visión.

Entre esperar ahí, relajado y en silencio con una agradable brisa, en penumbra pero con la visión nocturna puesta... o esperar metido en el coche embragando, acelerando, frenando, embragando; tenso; aguantando luces chillonas... qué diferencia.
Esperé un poco y volví de nuevo, resignado, a la marea, que se fue disolviendo a lo largo del camino. Lo curioso es que llegando a Madrid, en las proximidades de la M-40, de pronto me ví prácticamente solo en la autopista. ¿Y el resto?, ¿qué ha pasado con el coche de alante?, ¿y el de detrás?, ¿y los de los lados?, ¿y las largas filas que se perdían en el horizonte?... quizá a 50 kilómetros de Madrid todavía siguiesen parados los coches.

Cuando hay tanto tráfico ya no te puedes fiar de cuándo no pillarás atasco:
-Salgo a la hora de comer y no habrá nadie... ja-ja-ja, que te crees tú eso.
-Salgo a la hora de la siesta y estará todo el mundo descansando... sí sí.
-Saldré cuando haya un partido R.Madrid-Barça... ¡BINGO!*
En cualquier caso, para coger el coche y no tener problemas, el momento ideal es un Lunes a las 3 de la madrugada.

* En serio: M-30 petada. Empieza el partido: los coches van desapareciendo hasta que no queda prácticamente ninguno, un grillo podría cruzar de un lado a otro con un 99'9999% de posibilidades de no ser aplastado. Termina el partido: poco a poco van reapareciendo los coches hasta que de nuevo la M-30 se llena... y por fín llega la grúa, ¡qué casualidad!

3 comentarios:

Guillermo dijo...

Es buenisimo el simulador de tráfico, casi tan real como la vida misma

jajajajajajaja me creo lo de la grua

javier dijo...

Si, los ingenieros trabajan con estos programas a la hora de diseñar las carreteras y autovías. El problema es que Madrid ya tiene muchos más coches de los que sus carreteras pueden soportar y así no se puede.

Los atascos son como las tormentas veraniegas. A veces aparecen y desaparecen de la nada.

Yo tengo suerte pues mi horario de trabajo me aleja de atascos. Es más a menudo soy el único en la carretera lo cual le da un toque algo como tétrico no sé.

Me ha gustado el post

Herel dijo...

Javier, alguna ventaja tenías que tener por trabajar por la noche. Alguna vez que he tenido que conducir de madrugada, la verdad es que lo he considerado una gozada.