João y Gilberto habían crecido junto en la favelas de Río. Eran primos, durante su infancia fueron muy parecidos e inseparables, hasta que llegada la adolescencia tardía cada uno hubo de buscarse la vida por caminos diferentes.
Gilberto encontró un empleo en la ciudad, en un taller, mientras que João se fue perdiendo poco o poco por oscuros callejones.
1990, Río de Janeiro.
Gilberto se levantó de la desvencijada cama que se balanceó hacia el lado contrario, en el que aún dormía un voluminoso bulto al que ni si quiera miró.
Entró en el baño y se observo en el espejo, como cada mañana. Se echó un chorro de agua en la cara, frotándose a continuación las peludas axilas con las manos aún húmedas.
Tras subirse de nuevo la cremallera el aseo matinal se daba por concluído.
Bajó por las escaleras hasta la calle, donde se encontraba el taller, que ahora era suyo. Una fastuosa limusina se encontraba detenida justo delante de la puerta, obstruyendo el paso, y en la cera de en frente dos hombres con unas ropas demasiado caras para ese barrio le observaban de reojo. Gilberto maldijo, sin llegar a decir nada, cuando alguien le llamó por su nombre.
Al principio no reconoció al tipo que estaba dentro del vehículo, y que se asomaba por la ventanilla tintada recién bajada.
-¡Gilberto! ¿No me reconoces?
-¡João! ¿Eres tú? ¿Pero cómo es posible?
-Me fueron bien los negocios, ¡ven aquí primo!
1991, Belém.
Gilberto llevaba unas semanas en la mansión de su primo João, que había insistido en invitarle por una temporada. João estaba muy preocupado por uno de sus últimos negocios, en aquellos momentos necesitaba tener a los suyos cerca, a la gente de confianza.
Durante esos días Gilberto pudo descubrir los increíbles lujos entre los que vivía su primo, y también había tenido tiempo de comprobar el aspecto deteriorado que él presentaba en comparación con el otro, así como la diferencia entre las mujeres de cada cual. Aquellos días le habían servido para sentirse más desgraciado que nunca en su vida. João había llegado a ser un triunfador, y él a su lado era un parias, un muerto de hambre.
João era encantador y expléndido, demasiado... tanto que llegó a odiarlo con secreta envidia. De pequeños habían sido iguales, nada tenía su primo que él no tuviera, en cambio ahora... Gilberto con frecuencia pensaba que podría estar perfectamente en el lugar de João y João en el suyo. Maldijo haberse quedado en aquel taller, aquello fue sin duda el hecho diferencial, el lastre que lo ancló en la mediocridad.
João obviaba y perdonaba como un ciego las muestras de incomodidad y creciente recelo de su primo, su confianza en él no había menguado, como si aún vivieran en los tiempos de la infancia. Le confió secretos de sus negocios, le narró los momentos duros, y los buenos golpes. Se encontraba feliz de tenerle a su lado, y así se lo hacía saber. Hacía un mes había emprendido una empresa muy arriesgada, y por fín sabía que había salido bien. La recompensa estaba en camino, una gran fortuna.
...
Aquella tarde João tenía una fiesta en la ciudad, una fiesta de esas que Gilberto había terminado por aborrecer, pues parecían preparadas para humillarle más aún, ni con los elegantes trajes que ahora vestía lograba disimular que era un patán al lado de la estrella de su primo, y de aquella gente tan importante.
João le dejó al cargo de la casa y se marchó con gran parte de sus matones, siempre iba bien protegido.
La noche discurría tranquila, cuando de pronto sonó el teléfono en el despacho de João. Gilberto, que vagabundeaba por la casa, acudió y lo descolgó con curiosidad ¿quién sería a esas horas?
-Señor João, vamos de camino con el dinero. ¿Es buen momento?
Gilberto dudó unos instantes, y rápidamente reaccionó.
-Sí.
-Vamos hacia la mansión, p...
-¿Traen el dinero?
-Sí... lo traemos, como le digo...
-Bien... resulta que tengo aquí unas visitas y no conviene que esto... Les esperaré en la entrada oeste, vayan por la pista de tierra, yo mismo les abriré la puerta.
La voz cuchicheó algo por detrás, dudosa.
-De acuerdo, no habrá problema.
Colgó con cuidado, y acto seguido estalló en euforia. ¡¿Por qué no?! ¿Por qué no aprovechar las oportunidades cuando se te presentan? A fin de cuentas su primo se había enriquecido así, sin escrúpulos.
Ahora era su turno.
Se vistió rápidamente con su mejor traje, se acicaló en el baño... en la oscuridad no se notaría. Tenía en mente la jugada.
Se deslizó por el oscuro jardín saludando al único vigilante apostado frente a la casa.
-Voy a pasear un rato...
-Muy bien señor, ¿enciendo las luces del jardín?
-No, gracias, Amancio, está mejor así.
-Como quiera señor.
Aguardó junto a la puerta de la cancela, unos 15 minutos, hasta que escuchó lentos pasos acercándose. Escudriñó entre las hiedras que cubrían los barrotes y observó a un hombre con un maletín. ¡Ahí está!
Abrió la puerta.
-¿Señor João? - la voz sonaba con un ligero acento hispano, pero no le dió importancia.
-Sí, rápido, no es buen momento...
-Muy bien, aquí tiene lo suyo....
Gilberto adelantó el brazo, se disponía a recibir el maletín, pero en cambio se encontró con una pistola encañonándole. El mensajero que le apuntaba miró de reojo una foto que llevaba con él, por confirmar.
-Pinche pendejo chingón, Duarte te manda recuerdos...
...
João regresó rápidamente cuando recibió la llamada. El cuerpo de su primo, con un notable orificio de bala en el entrecejo, yacía en el garaje. Había sido arrastrado hasta allí por el guardia que lo encontró al escuchar el disparo.
-¿Qué vamos a hacer, jefe?
-Dejadme solo con él... -Los matones se marcharon.
...
-Primito, primito, pues claro que era posible... ¿por qué no? ¿envidiabas mi vida? ¿deseabas mi futuro? ¡Pues ahí lo tienes!
Salamandra de Gredos
-
La mayor parte de los montes están recubiertos de pinar de repoblación, y
sólo en algunas laderas se conserva el robledal autóctono, que a media
ladera es ...
6 comentarios:
hay quien nace con estrella y quien nace estrellado. Es bastante frecuente.
Esto viene de una anécdota de hace tiempo. Pillé con mi padre un taxi y el taxista era un quejica de tres pares de narices.
Se hablaba esos días de un viejo multimillonario cuyo nombre no recuerdo, que estaba hecho polvo. Y el taxista soltó "ya podría tener yo sus millones", y mi padre le respondió "y su edad, y su cáncer de páncreas, y su incontinencia urinaria...". Vamos, el pack entero XD
Muy bueno el relato Herel, como la vida misma.
Tendemos a envidiar al prójimo cuando le van bien las cosas, pero envidiamos una pequeña, no nos paramos a mirar mas allá, y no vemos los problemas que acarrean ni el esfuerzo necesario para haber llegado hasta ahí..
Herel, te debo una estrella :) Cosas de hacer las cosas deprisa, hoy he encontrado a uno de mis gatos jugando con ella...
Jeje, así que sí que estaba allí, sólo que tu gato me raptó... XDD
Creo que fue el negro, que es aficionado a robarme mis creaciones de origami.
Ademas de raptarte, te masticó!! :D
Ese gato me la debe tener jurada... XD
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