jueves, 20 de septiembre de 2007

James Goldsmith y la globalización

L'otro día, hablando de la globalización, el güey éste mexicano de La Mengambrea que anda por Madrid por estas fechas, me habló de un libro...

[fundido en negro]
[ahora aparece un reportero vejestorio de la BBC sentado
con las piernas cruzadas en un jardín y empieza a relatar]

James Goldsmith es un británico nacido en París en 1993, (sí, que pasa, es como el chiste ese de uno de Bilbao al que le preguntan dónde nació, a lo que responde: en Sevilla... los de Bilbao nacemos donde nos sale de los cojones!)

En su libro "La Trampa" (Le piège), de 1993, realiza una serie de denuncias sobre las consecuencias negativas que tendrá la globalización de la economía y las técnicas de optimización de rendimiento agropecuario.

Quería escribir un resumen del resumen, pero está tan bien resumido que... es tontería. En resumen: mejor dejo el enlace.

La globalización sólo beneficia a las multinacionales, a los grandes capitales con capacidad para la deslocalización. En estos momentos las fábricas desaparecen del primer mundo para levantarse en el tercer mundo.
Otros servicios, gracias a internet o a las telecomunicaciones, mismamente se pueden traspasar a países baratos: Telefónica sitúa sus oficinas de atención telefónica en sudamérica, por ejemplo.

Hace unos años protestaban los trabajadores del sector del calzado en Alicante, no podían competir con el calzado chino, más barato. Libertad de mercado, claro, si los chinos trabajan 14 horas por mucho menos dinero, ¿deberían los alicantinos trabajar en iguales condiciones?
No, pero si eliminamos los aranceles, ocurren estas cosas dentro de la más estricta legalidad ¿qué falla?¿a quién le conviene la libertad de mercado? (en este caso los manufactureros chinos trabajaban desde España, pero bajo las condiciones con las que trabajarían en China)

También muchos recordaréis cómo cada año, la cosecha de fresas de Huelva era interceptada en la frontera por los agricultores franceses y destruída antes de que llegase a los mercados. Seguramente observábamos aquellas imágenes con indignación, pero lo entendemos mejor cuando somos nosotros los que sufrimos la competencia desleal.

En el medievo la aristocracia vivía de sus súbditos, hubo jerarquías y esclavos en todos los contienentes a lo largo de las épocas. En la época industrial el trabajador occidental era explotado hasta la fatiga hasta que todo eso fue erradicado, en teoría, en el primer mundo. Pero no en otros lugares. ¿Podemos competir contra eso? ¿Puede una persona que da por por sentados unos derechos competir contra otra que no los tiene?

Cada vez que se cierra una fábrica aquí, las multinacionales bien podrían decir lo siguiente:
"Mirad, resulta que vosotros teneis ciertos derechos: derecho a un sueldo mínimo, a indemnizaciones por despido o baja, a unas horas máximas de trabajo, seguros... Y respetamos esos derechos. Pero hemos encontrado a otros que no tienen esos derechos, trabajan más barato y más horas, de modo que vamos a contratarles a ellos. Eso sí, dejando claro que respetamos vuestros derechos, sólo que como nosotros también tenemos derechos: el derecho de elegir, pues elegimos." o dicho de otra forma "Me parece bien el precio que te pones, pero no te voy a comprar a tí."

Joooo... qué malos son. No, qué malos somos. Porque eso mismo es lo que hacemos todos cuando entre dos ofertas elegimos la más barata; cuando entre dos empleados escogemos al que más sacrifica en nuestro beneficio.

Y una curiosidad que viene en otro resumen del libro más extenso en inglés, facilitado por César, y en el que Goldsmith relaciona la enfermedad de las vacas locas, detectada por vez primera en 1986, con el canivalismo inducido por los humanos. Esto es: para optimizar el engorde, al ganado se le suministran una serie de compuestos con productos variados impropios de la dieta natural vegetariana de los bóvidos, y entre ellos se encuentran restos de sus semejantes. Señala también la relación entre este síndrome de las vacas y otro sufrido por ciertas tribus africanas, que seguramente todos recordaremos de las películas de Tarzán, que practicaban el canivalismo.

Y por último, un minirelato corolario:

Adrián se encontraba realizando la compra semanal en el supermercado.
Plátanos a 2 Euros... y plátanos a 4 euros bajo la etiqueta de "precio de comercio justo"
"Qué tontería, los de 2 que son más baratos", y así con todo.

Al día siguiente, en su despacho, recibió la llamada de su principal cliente.
"Adrián, lo siento, hemos decidido rescindir el contrato. Hemos encontrado una empresa tailandesa que nos presta el mismo servicio por 5 céntimos de euro la hora."
Por días consecutivos continuó recibiendo llamadas de bajas de clientes. Un nuevo mercado más competitivo se estaba abriendo, y las diferencias de precio eran desorbitantes. No podría vivir como estaba acostumbrado a hacerlo si cobrara esa miseria, si se pusiera al nivel de la competencia que le llegaba de otros rincones del mundo.

Entonces decidió colocar un nuevo anuncio en un medio del sector:
"Adrián Fulanítez. técnico consultor. 10 euros la hora (precio de comercio justo)"

Luego, él siguió comprando en el mercado los plátanos de 2 euros.
Y los clientes, siguieron contratando a los técnicos de 5 céntimos la hora.

7 comentarios:

Miguel de Edeta dijo...

Todo es pues mentira...

Un saludo.

J. Coltrane dijo...

La verdad es que es un tema muy complejo. No es sencillo saber llegar al equilibrio entre las cosas buenas que nos da la globalización y las malas, y supongo que por ese motivo ahora es todo muy complicado.
¿La culpa la tienen las empresas? supongo que es lo más fácil de decir, pero al final, las empresas somos nosotros mismos, es como cuando la gente habla de lo que han subido los pisos, y claro, nadie piensa que somos nosotros mismos los que al vender hinchamos los precios porque "como lo hace todo el mundo"... en fin, has tocado un tema dificilillo pero muy interesante...


Saludos

Herel dijo...

Miguel. Está ahí a la vista, sólo que como va poco a poco, un día afecta a un sector, otro día a otro, mientras no nos toque a nosotros lo miramos de lejos.

J.C. sí, es un tema muy complejo y este artículo se queda en algo subjetivo y poco riguroso. Y es cosa muy humana esto de intentar comprar barato a los demás, y quejarse cuando los demás nos intentan comprar barato de la misma forma.

La interrogación dijo...

Creo que, al final, la culpa es toda nuestra. Desde los de arriba, hasta los de abajo.
Cuando nos joden y nos encarencen la vivienda, el transporte, la sanidad, nadie se queja. No nos quejamos nunca de nada.
Los labrigos del campo estaban sometidos a sus señores. Lo estuvieron durante siglos hasta que en algún sitio se empezaron a rebelar y todo empezó a cambiar. ¿Cuánto tiempo tiene que pasar para que nos revelemos?

Herel dijo...

Nos desahogamos un poquito, pero nada más; quejarse de verdad, haciendo algo, moviéndose, insistiendo, es cosa de un porcentaje de población muy pequeño; lo común es gritar puntualmente, y acto seguido olvidarse del asunto por no amargarse uno la existencia.

Las rebeliones generales me temo que llegan en casos muy extremos, cuando la gente se muere literalmente de hambre y enfermedades, cuando ya no tienen nada más que perder porque ya han perdido todo lo que podían quitarles, y respecto a su vida, es cuestión de tiempo.

Me pregunto... cuántas revoluciones populares son contenidas en países pobres gracias al goteo de ayuda humanitaria, que si bien no da calidad de vida, sí impide que se sobrepase ese límite de desesperación que enciende la mecha. Mantiene a la gente en ese punto de estar mal, pero no lo suficiente para estallar.

César dijo...

Fuf. Pues llego tarde, pero llego :)

Por supuesto que estamos de acuerdo en prácticamente todo esto, Herel. Yo sólo agregaría la perspectiva de un cínico tercermundist... er, ciudadano de un "país en vías de desarrollo".

Uno creería que al menos nosotros, trabajadores con menos derechos que ustedes, estaríamos mejor. Después de todo, nosotros estamos quitándole el trabajo a ustedes: producimos a un costo menor, somos más "competitivos".

Pero no estamos mejor. O sólo marginalmente: tenemos empleo, sí, mientras no nos pongamos exigentes. El punto es que los chinos son aún más baratos que nosotros, y en el momento en que pretendamos pedir concesiones a las multinacionales, mejor salario, prestaciones, etc., pues en ese momento dejamos de ser "competitivos" y ellos se van a China.

Viéndolo así, este esquema nos está llevando a todos al nivel de vida de la gente más explotada del planeta. Y el dinero está quedándose en las megacorporaciones, que cada vez son más poderosas. De hecho, un cínico muy cínico diría que el gobierno del país más poderoso del mundo ya es realmente un títere de las corporaciones.

Dicho todo esto, ahora ve la contraparte: la competencia no es mala. Al contrario, probablemente es necesaria: no quieres aislar a tus empresas españolas y protegerlas del todo contra el mundo, porque entonces se vuelven complacientes e ineficientes.

Quizá la cosa sería mantener una política de aranceles calculada cuidadosamente para que los productos y la labor de los extranjeros ejerza presión sobre la industria nacional; pero sólo una presión suficiente para mantenerlos espabilados y eficientes. No tanto que resulte en una invasión devastadora.

La cosa es que ese esquema es inherentemente inestable, requiere mantenimiento y ajustes constantemente. Es mucho más fácil decir simplemente que "el gobierno no debe impedir el libre comercio", y listo. Además, aplicar impuestos a la importación de bienes, estos días, como te decía, es blasfemia contra la nueva economía global (que, como dice el Goldsmith, para algunos es una especie de religión).

En fin. ¿Sabes qué, Herel? Yo creo que si nos hubiéramos tomado dos rondas más, habríamos arreglado al mundo :D

Herel dijo...

Sí, es indudable que tiene que existir competencia, pero regulada como dices. No es ni cuestión de cerrar las fronteras ni de convertir esto en un a ver quién se vende más barato a los Masters del Universo, porque hasta, a nivel local en cierta ciudad, se contaba de ciertos "profesionales" que llegaban a hacer trabajos gratis para ahogar a la competencia que intentaba iniciarse en su feudo.

El problema es que, los que tienen que hacer esa regulación: los gobiernos con sus políticos de oficio y beneficio, están cada vez más dictados por las multinacionales y sus intereses, de modo que ¿regulación?...¡toma globalización! o ¿a quién se le ocurrió la idea?

No arreglaremos el mundo, pero por sacar trapos sucios que no quede ;)

PD: La próxima Coronita que te tomes en México a la vuelta, fíjate en la etiqueta, no vaya a poner "made in Taiwan" :D