Danzaba en su charca, entre nenúfares de otoño,
removiendo la luna que flotaba sobre el fondo,
en las tardes contaba con libélulas el tiempo,
observaba las nubes a través de su reflejo.
El ojo del espejo era su realidad,
un mundo tan pequeño le empezaba a agobiar.
Se despertaba y otra vez el mismo sitio,
pequeño busca perderse en un lugar desconocido.
El frío le dolía como la soledad,
pequeño abandonado sin saber donde irá.
Elige una estrella, siempre te guiará,
siempre que pierdas el miedo,
el miedo a volar.
Salamandra de Gredos
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La mayor parte de los montes están recubiertos de pinar de repoblación, y
sólo en algunas laderas se conserva el robledal autóctono, que a media
ladera es ...
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