Por la mañana, en Teruel, la mayor parte de los personajes que deambulaban por la calles pertenecían a la nueva especie evolutiva del "homo cámaradigitalus"... y lo peor de todo es que yo era uno de ellos. En algunos momentos aterradores nos juntábamos hasta cuatro de estos ejemplares en una misma callejuela, solos, observando de reojo a los rivales, las fachadas que fotografiaban y los ángulos que escogían.
A medida que el sol se levanta empiezan a salir cada vez más habitantes turolenses, que te identifican enseguida como homo cáramadigitalus. Te reconocen porque aunque intentas disimularlo, no sigues un rumbo fijo, sino que sigues una trayectoria zigzageante y curvilínea; tus ojos miran en todas las direcciones; te acercas y te alejas buscando el encuadre; te asomas a los miradores y tocas las barandillas; te metes por los callejones que no llevan a ninguna parte para ver si hay algo... pero sobre todo porque Teruel es muy pequeño y te empiezan a sonar las caras enseguida.
Esta vez salí a las 5:30 de Madrid. Está genial eso de madrugar, no te encuentras a casi nadie en la carretera. Empecé visitando el paraje de las Torcas de Palancares de Cuenca, era temprano y hacía fresco pese a que la temperatura iba a subir a lo largo del día. Y no sé si era por las resonancias, pero en varias ocasiones tenía la sensación de que alguien me seguía, y eso que a esas horas estaba completamente solo allí; esos bosques seguro que esconden muchas cosas (o siempre queda la imaginación).
Luego me acerqué a una de las lagunillas de Cañada del Hoyo. Estas lagunillas no son sino torcas con una bolsa de agua en el fondo, es decir: como cráteres circulares formados por el desplome del terreno. Bajé y empecé a bordear la orilla, pero escuché una jauría de perros en la lejanía. Volví hasta el aparcamiento y los ví corriendo entre los árboles por la loma de en frente, parecía que iban a rodear la laguna y venir hacia mí. Fuí a abrir el coche y... la llave no estaba en el bolsillo, por un momento me puse nervioso; pero afortunadamente la encontré en el suelo, cerca, tampoco me había movido tanto (normalmente guardo bien la llave, soy muy maniático, pero esta vez, cómo sólo iba a asomarme a la laguna, ni me molesté en sacar la mochila). Dejé la puerta desbloqueada y volví al borde a esperar a los perros (para salir corriendo hasta el coche en cuanto estuvieran cerca, por diversión). Pero no vinieron, ya no los volví a ver :(.
Tras la visita a Teruel deshice camino para explorar unos cañones que había visto antes desde la carretera, entre Villastar y Teruel. Allí me achicharré vivo, aquello parecía el Cañón del Colorado. De arbolado sólo había enebros dispersos, y como ramas y hojas llegan hasta el suelo... no te podías poner debajo para refugiarte en la mayor parte de los ejemplares. Fui gran parte del camino corriendo, como si huyera, para estar el menor tiempo posible bajo el sol... sí, huía de las radiaciones.
Luego tiré para la zona de Gallocanta y me empezaron a dar síntomas de insolación al subir a un alto, se me inundaron los ojos de luminosidad y me dolía la cabeza, y por allí de arbolado encinas achaparradas que mismamente no ofrecían resguardo. Pasé de largo muchos sitios porque no podría aguantar otra ruta tan quemado como iba, prefería el tiempo del viaje improvisado de hace dos semanas: encapotado y con lluvias -que no me cayeron a mí- que esto.
Ya volviendo se juntaron algunas nubes y cayeron cuatro gotas... A buenas horas jodías, ya podíais haber caído antes.
En verdad el sol condicionó bastante mis planes, porque de Teruel pensaba ir hacia El Maestrazgo para hacerme una gran ruta campo a través en busca de unas cuevas; pero después de cómo se me quedó la cabeza en los 45 minutos que estuve en los cañones... se me quitaron las ganas de pasar horas bajo el sol explorando.
Un precioso borreguito en Cuenca.
Una de las lagunillas de Cañada. No es más que una torca de fondo impermeable donde se acumula una bolsa de agua. Por lo alto de la loma corrían los perros.
Teruel mudéjar, y como muestra, un edificio con velo.Gracias a este puente, Teruel parece de lejos una ciudad High-Tech.Paisaje tórrido, a esa formación la llamaría El Camello (con beduíno encima):¿El Cañón del Colorado?... no, estamos a unos 8 kilómetros de Teruel.La carretera entre Santed y Embid, una recta infinita.