miércoles, 2 de agosto de 2006

suplantación anulante

Le he preguntado a él, ¿por qué respondes tú?
Déjale que se exprese, aunque creas que sabes la respuesta.
La pregunta realmente no era importante, sólo quería que hablase él.
Aunque él hable poco y tú mucho; aunque él hable reposado y tú escupas una palabra por segundo; aunque él hable bajito y tú acapares toda la atención ahogando el resto de las voces con tu volúmen. Descansa; déjale expresarse en las pocas oportunidades que tiene, en las ocasiones en que se le da pie. No le tapes.

9 comentarios:

Deyector dijo...

A lo mejor le ha nombrado portavoz, ya que habla más y más claro

Herel dijo...

o se ha autonombrado...

Bito dijo...

Hummmm pues yo creo que debería ser una cosa de ambos. El que habla más fuerte habría de frenarse y el que habla más tranquilo imponerse un poco. Al fin y al cabo son formas distintas de hablar, ninguna es mejor que la otra, simplemente cuando se dan juntas una termina pisando a la otra. Pero impedir que el que habla fuerte lo haga de esa manera es una forma de callarle también, porque supongo que lo suyo será pasión, y no le debe ser fácil frenarla.

En fin, que creo que si se quieren entender, lo harán, aunque tengan que estar media hora más discutiendo la forma en la que habrán de discutir.

Eso si los dos son razonables, claro, y les apetece llegar a un acuerdo sobre tema, si lo único que apetece es plantar la opinión entonces lo mejor que puede hacer el tranquilo es dejar de escuchar. Al menos ese recurso no se lo puede quitar.


P.d. Te dejé una contestación a lo de Edimburgo.

Herel dijo...

Ya, puede que el otro no tenga absolutamente ningún problema, que no le importe... pero es que a mí me gusta marear la perdíz y pensar cómo se ha podido llegar a esa situación.
En cualquier grupo se establecen roles y jerarquías, es inevitable, pero yo no acepto ni la autoridad ni la preferencia de los líderes sobre mí... aunque el resto del grupo la acepte yo soy un bloque que no se aparta.
Y me da por pensar que en el fondo a nadie le gusta que le hagan pequeñito para mayor gloria de otra persona, aunque muchos lo acepten por una inercia creada y asumida. Es difícil romper una inercia, y si cuando alguien te brinda una cuerda para que te expreses y te adelantes al primer plano de la conversación, interviene de pronto el líder e intenta robarte la cuerda... a mí al menos me sentaría mal.

Otratazadecafe dijo...

Creo que - a veces - este comportamiento va unido a la prepotencia, al querer abarcar todo, incluso lo que no le toca. El aprovechar las oportunidades de los demás para intentar demostrar que es mejor que el resto y sabe más que nadie, un comportamiento que me crispa.
Claro está que cada persona es un mundo y cada caso distinto, que el que sufre ese "abuso" bien podría decir algo para evitarlo pero no deja de molestarme la gente que se aprovecha de la debilidad de los demás.

(Cada día descubro un tipo de persona que me crispa, voy a empezar a preocuparme)

Herel dijo...

El problema es que si te acostumbras en un ecosistema social determinado a no tener voz demasiado tiempo, se puede crear un hábito o una fobia; y cuesta luego sacar la voz de forma natural; el pastel lo mastican mejor los que tienen la mandíbula en forma.
Es como intentar hacer una pequeña carrera con alguien que viene a salir desde la línea de partida a la velocidad máxima, y teniendo en cambio tú que empezar parado, arrancar y acelerar. En lo que tardas en ponerte a la máxima velocidad el otro ya está muy lejos y te ha dejado atrás. Lo mejor es correr en otra dirección, así nunca te gana, porque ¿quién ha dicho que había que correr en esa dirección? ¿tú? ¡pero si tú, por mucha seguridad que tengas, no tienes ninguna autoridad sobre mí! ;)

Eulalia dijo...

Pues yo creía que se escuchaba más a quien habla en un tono reposado; al menos eso es lo que me pasa a mí...
Un beso.

Herel dijo...

Eulalia, es más agradable escuchar a una persona que habla pausadamente y pensando las cosas, sí. Pero yo trataba de describir una situación en la que alguien muy dominante responde por el otro y habla en un tono tan alto que le apaga y le interrumpe si quisiera hablar... ni si quiera le deja arrancar; y el otro cede y se queda atrás.

Pispita dijo...

El problema de los que siempre hablan más y más alto puede que, aparte de en sí mismos, esté más bien en quienes les rodeamos y les hemos de escuchar.

A mí me aburren soberanamente. Lo siento. No lo puedo remediar.

En cualquier tipo de reunión, aquéllos que siempre monopolizan el uso de la palabra y se hacen oir por encima de los demás acaban -antes o después, según la paciencia de cada cual...- saturando un poco mucho.

Yo no puedo con ello, francamente. Acaban cansándome antes que a nadie. Termino harta de oir siempre a los mismos -o en el peor de los casos, incluso al mismo- y curiosa y deseosa, por el contrario, de escuchar lo que podrían decir quienes menos hablan y/o lo hacen más bajito.

Interesante reflexión. Saludos.