miércoles, 16 de agosto de 2006

intensidad perdida

A medida que crecemos y acumulamos experiencias, nos vamos volviendo invulnerables a la emoción saltarina que causa lo nuevo, la sorpresa, lo imprevisto, el misterio, lo no vivido ni conocido.
Puede ser una programación biológica relacionada con el aprendizaje: el cuerpo segrega estímulos para la mente ante lo nuevo para empujar al individuo a explorarlo y añadirlo al inventario del conocimiento. Y mismamente la mente se muestra dura ante lo ya conocido para evitar que el sujeto pierda el tiempo removiendo una sopa en la que ya no quedan más fideos, cuando podría estar buscando nuevos calderos.

Una forma de recuperar una sensación ante un estímulo con toda su intensidad inicial, es enfrentar a una persona inocente a ese mismo estímulo -desconocido para ella-... y observar su cara y reacción.

Así siguen disfrutando los padres año tras año de la Navidad y de los Reyes Magos, a través de la ilusión que irradian los niños que todavía no saben nada.

4 comentarios:

Otratazadecafe dijo...

Supongo que los adultos se ilusionan con cosas de adultos, pero son cosas que esperamos que nos pasen, que ya conocemos, casi nada nos sorprende.

La verdad es que cuando convives con niños revives todas esas cosas, lo he comprobado con mi hermana menor.
Aún me acuerdo, por ejemplo, de la cara que puso la primera vez que mi madre le puso una rodaja de limón en la mano y ella instintivamente se la llevó a la boca.

Silent Heart dijo...

Pero nunca es lo mismo, la emoción aunque se reviva viene transformada por la experiencia. Es muy distinto disfrutar de la sorpresa de un niño ante los Reyes Magos que creer en ellos, igual que es muy distinto descubrir el mundo por primera vez que ver cómo otros lo descubren, ¿no? Lo bueno es que siempre quedan cosas nuevas por descubrir, e incluso reviviendo viejas sensaciones o historias (como cuando relees un libro) acabas descubriendo algo nuevo, encontrando nuevos matices, nuevas sensaciones.
(De una lectora anónima que se anima a dejarse ver)

Herel dijo...

Sí, puede que sea diferente, pero no deja de tener intensidad presenciar una ilusión. La misma historia contada en tercera persona, y si te identificas lo suficiente -al igual que puede ocurrir en una novela-, no es obstáculo para que te metas en el pellejo del personaje.
Quedará mucho por descubrir, pero muchas de las cosas ya guardan relación con algo que ya conoces y el factor innovación se va reduciendo.
Gracias por dejarte ver, Corazón Silencioso.

Taza, ¿cosas de adultos?, muchas de las cosas que se consideran de adultos no son sino soma, opio, para adormecer a los sentidos y pasar el tedio del vacío, para calmar la angustia del camino monótono.

javier dijo...

Cuando llega el cumpleaños de mi hermana y le compro un regalo (que sé que le va a gustar) me emociono al imaginar el momento en que lo reciba.

Las emociones son necesarias, las ilusiones son imprescindibles; por desgracia a medida que uno crece se van transformando también, a veces incluso anuladas por la frialdad de la lógica y de las estadísticas