sábado, 15 de mayo de 2010

Santotis

Es una ruta parecida a la que hice desde Muriel, pero ésta vez partiendo de Semillas.
En verdad mi intención era ir en dirección a Palancares, pero me puse a seguir una pista y al cabo de unas horas me dí cuenta de que estaba yendo hacia el suroeste en vez de hacia el noroeste.

Semillas es un pequeño pueblo de arquitectura tradicional de lajas de pizarra, aunque edificaciones antiguas quedan más bien pocas, abundando más las nuevas. Está enclavado entre robledales y encinares, y es la presencia de estos bosques rodeando al pueblo lo que más le embellece.
Se accede por una carretera con un asfaltado impecable, pero con un ancho útil total  (incluyendo laterales sin asfaltar al mismo nivel que la carretera)  de esos que da la sensación de que para cruzarse dos vehículos habría que poner uno de canto... sobre todo si te toca el autobús. Por suerte no me crucé con nadie ni a la ida ni a la vuelta.

Cerca de la población existen unas ruinas que figuran en el mapa como "Casas del Fraile" donde puede apreciarse la tradicional construcción en lajas de pizarra, tanto para los muros como para los tejados, siendo la estructura portante de madera. La mayoría de las techumbres presentan algún derrumbe, pero en general el grueso de las tainas se conservan bastante bien. Durante el camino improvisado hasta este lugar también pueden apreciarse los muros de lajas en la formación de bancales y lindes de parcelas en pendiente. Estas pequeñas parcelas, al igual que las viejas edificaciones, están abandonadas, habiendo sido comidas por las zarzas y el bosque.

Más hacia el oeste los árboles desaparecen por completo en montes de pizarras y cuarcitas donde sólo crecen jaras y otros arbustos de gran dureza. Los arroyos corren por doquier, hay agua por todas partes, es prácticamente imposible seguir un camino sin encontrar charcos o escorrentías.

Por cierto, hacía un frío que pelaba. Iba yo con camiseta interior, camiseta, gersey, chaleco de foro ligero, chaqueta de foro ligero, e impermeable cortavientos... y no me había quedado corto.

Tras salir de la pizarra, encontré una gran pista que seguí, por un valle de robledales, ejemplares jóvenes y altos entre los que de vez en cuando aparecía un ejemplar gigantesco.

Tras un hora de caminata ganando altura, el Ocejón apareció a lo lejos, con la cumbre oculta tras las nubes y nieve en las zonas más altas, que se difuminaba hasta desaparecer más abajo. Señal de que no era nieve vieja, sino que había caído hace poco, quizá esa misma noche.

Más adelante tomé montaña hacia arriba y apareció el embalse de Beleña al sur, Almiruete al oeste, y por poco se podía ver un tramo del río Beleña, en el curso previo al Pozo de los Ramos.
El verano pasado había recorrido ese cañón por el fondo, en paralelo al cauce menguado por el estío, pero en estos momentos sería imposible hacerlo pues el caudal sin duda está cubriendo los estrechos pasos entre los farallones.

A lo lejos también se veía Madrid... o más bien las Torres y Madrid debajo, como un poblacho al lado de esos mamotretos.

Llegué hasta un punto donde divisé los cortafuegos y cañones que había atravesado en la excursión anterior por la zona que hice partiendo de Muriel, y ahí me dí la vuelta.
En lugar de volver a descender a la pista, conservé la altura que había ganado y fuí ladera a través, destrepando por afloraciones de cuarcitas y por marañas de arbustos.
Mientras iba por las zonas altas, las ráfagas de viento helado a veces traían gotas de aguanieve. 
Descendí del todo al llegar a la altura del inicio del robledal, donde recuperé la cómoda pista hasta Semillas.
17 kilómetros.
...
Había salido a las 5:30 de Madrid, para llegar al amanecer. Cuando estaba saliendo por la A-2, de noche aún, observé dos "lecheras" de la policía posicionándose en la autopista. Al regresar las lecheras seguían ahí, y en todos los puentes había policías armados con fusiles, vigilando. La imagen era curiosa, medieval, como si los puentes fueran almenas de castillos con centinelas haciendo la ronda.
Desconozco cuál sería el cometido de ese despliegue.
 
Una de las construcciones de las Casas de los Frailes. Todas constaban de un muro a modo de redil o cortavientos, tras el cual se levantaba la edificación. Muchas eran inaccesibles, tomadas por las zarzas.

Un abrevadero para las vacas

El Ocejón.

Pinar de repoblación

Madrid a lo lejos

Almiruete al fondo a la derecha, y más cerca un tramo del río Beleña


4 comentarios:

Anónimo dijo...

Diosss a las 05:30 en pie, te encanta patear por el bosque veo.
Me viene a la cabeza un jefe que yo tenía q cerraba el local a las seis de la mañana y en vez de irse a casa se quedaba esperando a ver cómo ponían el mercado y si estaba muy desvelado se iba a pescar sin dormir.. no tiene nada q ver pero me he acordado un saludo

Herel dijo...

Total, qué más da acostarse a las 7 que a las 9...

La verdad es que el alba y la mañana son los mejores momentos del día. Los paisajes y los colores son increibles, como en el atardecer. Pero al atardecer estamos más acostumbrados y hay más jaleo.
Sobre todo, se nota en el tráfico de salir de madrugada a salir con luz.

Trinity dijo...

Preciosas fotos y curiosa aventura. Seguramente los polis estarían haciendo algún control antiterrorista o algo parecido, algún chivatazo.

Te salen fotos estupendas, acompañan muy bien a todo lo que cuentas. Qué buena tu cámara pillando hasta las 4 torres.
Estás en plena forma, entre estos 17 kms y los 50 de la bici, buen momento para olvidarte del tabaco forever.

A mí no me gusta nada el alba, prefiero mil veces el atardecer, los amaneceres me dan depresión, lo asocio al "fin de la fiesta", de la noche, de la diversión, de la paz, de la calma...

Herel dijo...

Ahora que lo dices, para mí también era deprimente el amanecer si había salido por la noche, pero no porque se acabase la fiesta... o la farsa esa, sino por una sensación de pérdida del tiempo, que desencadenaba la pérdida del día siguiente.

No es lo mismo terminar el día al alba que empezar el día al alba (salvo que hayas empleado la noche en algo productivo y rentable).