sábado, 16 de junio de 2007

dentro de un calcetín sudao estaba

El tren llegó temprano a París. No había casi nadie por la calle, la mayor parte de los comercios estaban cerrados. Y yo necesitaba comprar el desayuno. Entonces encontré una pequeña tiendecita en una callejuela perpendicular a una amplia avenida. Era una lechería, sólo vendían leche y productos lácteos, y por un momento parecía que estaba en un pueblo, en la casa de dos abuelitos que se levantan cuando el gallo hace kikirikí, que lo mismo atendían la tienda que se iban a la parte de atrás a ordeñar las vacas. Me compré un brick de leche fresca y me acerqué a la zona de Les Halles, que estaba al lado. Me senté en un banco en un parque; en el extremo opuesto había una pandilla de negros que también habían madrugado; estábamos sólos, reinaba la calma, la luz tranquila del amanecer.
Empiezo a beber la leche GLUGLUGLU... ¡qué rica y qué fresquita!

El viaje lo hice en plan bajo coste. A parte de que en Francia todo era mucho más caro para un español (aunque a partir del euro... ¡ahora en España también todo es mucho más caro para un español!), los lujos me sobran cuando voy de viaje, invierto sólo en explorar y descubrir, invertir en comodidades me parece un desperdicio cuando ya tengo todas las que quiero en mi casa, a la que puedo volver cuando me dé la gana. Sin comer en restaurantes (sobre todo porque me da mucha vergüenza comer solo en un sitio), pero llevando una dieta sana, en frío: compraba tomates, naranjas, embutido, leche... mucha leche, en los supermercados o en las tiendas de alimentación de los argelinos, y algún que otro capricho... probé por primera vez el kebab, que por entonces no había llegado a España. Bueno, un día me senté en un restaurante árabe con pinta de tener platos raros, por probar, y me sentí ridículo con mis pintas en cuando empezó a entrar gente elegante, pese a que el sitio no aparentaba... y creo que le hice hacer el rídículo también al dueño: como el tío no hablaba inglés, y yo no entendía su carta en francés, acabó explicándome lo que era cada cosa imitando animales: el cordero, el pollo... y yo para mis adentros: tierra trágame.

La mayor parte de las noches dormí en los trenes, tomando los últimos que salían del día, para amanecer en otra ciudad, aprovechando así al máximo el tiempo útil. Llevaba la mochila llena de panfletillos de horarios que recogí de todas las estaciones por las que pasé, y con esos datos iba planeando cada nuevo paso. De modo que lo primero que hacía al llegar a una ciudad nueva no era empezar el recorrido turístico, sino comprobar horarios en la estación, buscar avituallamiento, y localizar parques: es el lugar donde menos llamaba uno la atención para comer... ya que no dejaba de darme también vergüenza montar el espectáculo de mochilero pordiosero en medio de la calle.

El litro me lo bebo del tirón... GLUGLUGLU... los negros miran en mi dirección... GLUGLUGLU... los negros se están acercando... GLUGLUGLU... dos de ellos se sientan a cada lado mío en el mismo banco y el resto de la panda forma un círculo alrededor.

El que debía ser el líder, sentado a mi izquierda, se quita las gafas de sol, negro muy negro con ojos azules, despliega una enorme sonrisa más blanca que la leche.
-¡Hola! ¿quieres marihuana? marihuana buena recién traída de Amsterdam- (en inglés directamente)
Yo todo tenso porque me habían rodeado... tirando a acojonaito. Me levanto y le digo:
-No gracias, estoy viajando, y cuando estoy viajando no fumo. Sólo fumo con amigos, en casa. Lo siento...
Y me voy escaqueando como quien no quiere le cosa a la vez que hablo... ufff, no me han seguido. ¿Cómo habrán interpretado el "I'm traveling"?

El caso es que yo también acababa de llegar precisamente de Amsterdam (quizá estos habían venido en el mismo tren, y es por esto que habían madrugado para ir al parque), y con una bolsita bien escondida, que compartí con unos franchutes que me cayeron bien en Lyon (anda que no le hicieron ascos pese a que me vieron como sacaba la marihuana de mi escondite anti-olfato-de-perros-de-aduana, dentro de un calcetín en la bolsa de la ropa sucia); y con unos amigos en Madrid a la vuelta... y ahí murió lo que quedaba.

2 comentarios:

Achi dijo...

MMMMM... ¡LAS AVENTURAS DE HEREL SAWYER!

ME HE REÍDO MUCHO, MUCHO :D

Herel dijo...

Pero en su momento no tuvo ninguna gracia.