Berserker, palabra compuesta por "bear" y "serk", oso furioso.
La mitología vikinga denominaba así a cierto tipo de guerreros que ante las espectativas de batalla entraban en una especie de frenesí de furia e insensibilidad al dolor que los hacía temibles. Peleaban como animales desesperados, sin juicio ni medida, con rabia y temeridad, incansables, con una fuerza sobrehumana.
Esta forma de luchar aterrorizaba a los ejércitos rivales, pero también a los suyos. Su descontrol sanguinario los convertía en un peligro para su propia sociedad, por lo que eran marginados (¿pero "usados" para la guerra?).
Se especula que este frenesí epiléptico se debía al consumo de sustancias como alcohol u hongos.
El ambiente de guerra, la sangre, excitaría a más de uno; una reacción instintiva de supervivencia. La adrenalina se dispara ante situaciones críticas, sobre todo cuando uno está mentalizado o programado para luchar, en lugar de para correr o pedir auxilio. Pero también, este battle-spasm (arrebato de batalla) se alcanza -aunque canalizándose de otras formas- en partidos de fútbol, en conciertos, en discursos cargados de diatribas provocadoras. Las drogas como el alcohol potencian su aparición, pero sobre todo lo hace aflorar la droga de la masas. Las multitudes enajenan al individuo y le arrastran hacia una corriente común, y el que está en el escenario lleva la varita del director de orquesta para determinar hacia dónde corre el río, y hacia dónde se despeña.
Imaginaros el ambiente de un estadio lleno de gente, con pinturas de guerra de su equipo, el sonido de tambores, gritos... y comparadlo con un campo de batalla. Mismamente un concierto o un mitin de un partido político radical cargado de insignias (símbolos), llamamientos a la guerra y odio.
Pero quería hablar de otro tipo -más- de frenesí de batalla, que es el que se produce cuando uno comienza a desarrollar una actividad con tesón, hasta tal punto que el pedal del acelerador se queda clavado en el fondo y ya no puede parar de hacer.
Un berserker canalizando su adrenalina despachando trabajo a gran velocidad y precisión, subiendo una montaña detrás de otra sin quedar conforme, más, más... otra cumbre más, otra venta más, mil millones más.
La hora de comer sobra, sería tirar tiempo a la basura dedicar dos horas a una comida; dormir es mismamente un desperdicio. Hasta que la meta no se haya culminado o el frenesí haya desaparecido no hay cansancio, no hay apenas hambre ni sed, no hay apenas sueño. Culminar el objetivo o acabar hasta con la última gota de energía está por encima de todo.
Cuando el "battle-spasm" desaparece, el guerrero puede descansar. Tragará todo lo que no ha comido, y dormirá plácida y profundamente.
Y volviendo al berserker original de la mitología nórdica, el personaje de Luis Aragonés, Groo (o Groonan al Bárbaro inicialmente) es en cierto modo una caricatura de un berserker cuando surge alguna pelea. No creo que fuera la intención original del dibujante, sino más bien la de hacer una parodia de Conan el Bárbaro. No obstante, el protagonista es un torpón descerabrado y tonto, que sólo sabe hacer una cosa en la vida, y la hace muy bien. Cuando entra en combate es invencible, pero nadie le quiere en su ejército, pues debido precisamente al frenesí con el que lucha, no distingue entre amigos o enemigos, y al final arruina a todos.
Como decía Sun Tzu en el "El arte de la guerra", -más o menos- Ganar una batalla no consiste en matar a todos tus enemigos, sino en convertirlos en tus aliados.
Cornicabras
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Las laderas de los montes están cubiertas por un bosque bajo de encinas y
cornicabras, que en esta época del año salpican de ocres y rojos el
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