Auloi corre por el bosque calcinado de lo que había sido un palmeral, las cenizas dejan grabadas sus huellas y levantan una ligera humareda. Un enorme sol de amanecer le persigue por su derecha, atizándole en la cara con destellos de luz y sombras distorsionadas aleteantes.
El silencio es total, el mundo parece detenido, ondulando sus formas rotas al ritmo de la neblina que evoluciona humeante entre los altos troncos negruzcos y resquebrajados, convertidos en tótem, de aquel cementerio arbóreo, y reflecta halos de luz cegadora sobre unos ojos habituados al encierro. Los ojos le lloran, por aquella luz y por más cosas.
Tras el holocausto que dió fín a la Segunda Era, se instauró el estado de anarquía y de lucha cruenta por los escasos recursos. Sólo una pequeña parte del planeta quedó libre de radiación, una isla, y hacia allí se dirigieron todos los ingenieros supervivientes - la élite- con sus naves y restos de tecnología. La confrontación desencadenó una nueva matanza, y aquella isla, Edén, quedó arrasada en superficie.
La temperatura engaña, la luz da calor, pero al detenerse el aire se vuelve gélido, y aunque nada vivo parece existir, ellos están cerca, y no puede parar de correr.
Aunque sus jefes han muerto, los Dogor-can han sobrevivido, y su programa de caza sigue activo. Y de ellos huye, sabe que le alcanzarán, pero hasta que se le ocurra algo mejor, se aleja. ¿Qué programación tienen?, fueron fabricados en el año 5, en poco tiempo y con poco material, pero han sido muy efectivos tras las detonaciones. ¿Cómo ven? ¿Cómo huelen? ¿Oyen? ¿Cómo distinguen a sus jefes?
Anoche los supervivientes corrían y chillaban, los Dogor-can iban de aquí para allá matando certeramente. Auloi había quedado atrapado por un despredimiento, vió cosas importantes que apenas recuerda, su cuerpo se iba, perdía la consciencia intermitentemente. Y cuando pudo zafarse, se alejó lentamente y dolorido hasta apartarse de las luces; se aplicó un reconstituyente físico, él último que le quedaba, y huyó a la carrera entre las sombras. Tuvo suerte.
Año 6 de la Tercera Era.
Población del planeta Tierra: 3.000 habitantes. El 99% agonizante. Hoy ha sido el día, en pocas horas no quedará nadie... o casi. No había para todos, pero nadie quería perder y todos tenían el poder para ganar, y para hacer perder a los demás. Todos quieren sobrevivir y al final no sobrevive nadie... o casi. Porque nadie es más que nadie ni nadie menos que nadie. Nadie acepta las jerarquías ni los privilegios de la Primera Era, porque la especie humana ha cambiado, ha evolucionado y tiene nuevos valores; ahora la vida es más valiosa que antes... la propia vida, se terminó eso de muere tú para salvarme yo. Pero en un planeta tan pequeño no cabían todos los que llegaron a ser, y la guerra era inevitable, porque la masa de cogotes no dejaban ver el sol.
Se da la vuelta, ya están aquí, vienen en tropel como una jauría furiosa desde el Sur. Su rostro palidece; empieza a temblar; se le afloja la tensión sanguínea; un grito agudo de terror se empieza a fraguar en su garganta; cuando los tenga cerca no va a poder soportar el terror de sus mandíbulas y sus dientes afilados, y esa mirada oscura especular en la que se verá a sí mismo despedazado. Se siente desolado, hace ademán de huir, pero no hay salida... tan sólo queda... recordar lo que vió en su semiconsciencia.
Empieza a correr, pero no en dirección contraria, sino hacia ellos en carrera suicida, hacia la jauría; y no chilla, sino que grita, ruge como un animal. Y las bestias se frenan y analizan la situación durante diez segundos. En el once emiten al únísono la primera comprobación: un sonoro rugido, pero Auloi contínua acercándose. En el segundo veinte emiten la segunda comprobación más sonora y terrible aún. Segundo veinticinco: el humano continúa acercándose; distancia 10 metros; las bestias se retiran en estampida. El programa era muy simple: Lo que huye de tí es presa, cázalo; lo que te persigue es depredador, escapa.
Pero alguien introduce una estrategia. Los Dogor-can, tras media hora de respiro recuperan el programa de caza. Pero esta vez se organizan y parte de grupo se dispersa dando un rodeo largo evitando ser vistos por la presa, hasta situarse formando un círculo en torno a ella. Y comienzan a acercarse convergiendo hacia el centro a gran velocidad. Auloi los ve aproximarse desde todas las direcciones entre los troncos, ya no podrá acercarse sin a la vez alejarse, y veinticinco segundos para espantar a cada frente son demasiados mientras los demás avanzan.
-¿Éste era el último?
-No. Éste ES el último.
-No seas meticulosa por unos segundos.
-Saldrá de ésta.
-¿Cómo?
- De una forma u otra...
-¿Pero qué...?
...
-Parece que tu formación circular geométricamente perfecta le ha salvado. Una forma más irregular y anárquica le hubiera destrozado la jugada.
-¿Tú sabías que iba a hacer eso?
-No, a mí también me ha sorprendido - Dejó caer el visor al suelo.
-Pero aun así sabías que iba a sobrevivir.
-Sí, aunque no hubiera hecho nada.
-¿Entonces...?
-Adivina.
-No quiero adivinar nada, me intranquiliza esa mirada extraña que tienes. Los robots le van a dar ahora un respiro de una hora, y es demasiado. Pero da igual, voy a terminar con esto, pásame la pistola, voy a gastar aquí la última bala.
-Claro... - Minokeche le acercó el arma con su mano derecha, pero antes de soltarla en mano ajena, apretó el gatillo a la vez que ahogaba el chillido taponando la boca con su mano libre. Apenas se escuchó nada; la pistola llevaba silenciador.
-¿Qué... has... hecho?
-Es que le amo.
-E...s...
-No hables, apenas tienes fuerzas porque te estás muriendo. Haré yo misma las preguntas y las respuestas. -Antes de proseguir, escribió algo con el dedo en el miniordenador, y a un kilómetro de allí algo ocurrió- Le amo porque hace días que vengo despertando de una pesadilla; toda esta inercia se ha ido desintegrando; la civilización se ha ido deshaciendo delante de mis narices ¿y sabes qué?, que no me importaba. Porque cada vez que desaparecía algo de lo que había constituido mi mundo, ese algo dejaba una brecha a través de la cual empezaba a ver otros mundos diferentes que habían permanecido tapados por el grueso muro del primero. Mundos igual de verdaderos e igual de falsos que el de siempre, pero me sentí bien contemplando un nuevo paisaje y sientiendo lo que sentía, y sentí náuseas de mi viejo hogar, estaba podrido y lleno de vacío. En lugar de perder sentía que me libraba de un peso. Y ya no me importa nada de lo que me importaba antes; podría decir que no me importa ni mi vida, aunque esa afirmación sería inexacta... tú no lo entenderías. Te estás muriendo como me estaba muriendo yo; pero yo me moría por dentro y tú te vas a morir por dentro y por fuera. Tú reconstruirías el muro, eres una pieza más de él, por eso te estás muriendo, porque ya sí... se terminó. Éste es el tercer holocausto, seis años después del segundo.
-Te has vuelto loca... me disparas a mí... y... él.. te matará... si no... le... matas. O tú... o él.
-No, no me puede matar, porque yo no le puedo matar. Antes no era así, pero ahora siento que sí que es así, es tan así como que si escupo el lapo cae al suelo y no se escapa hacia cielo. ¿No ves que el mundo ha cambiado?... me siento más animal que nunca, y es una liberación, porque todo lo que hacía y pensaba antes no era sino como respuesta al mundo y las condiciones de antes. Estando entre dos brechas, he escogido hacia cual saltar. Lo he sentido claramente, mi temblor interno.
-¡¡¡No queda nada!!!
Auloi se giró bruscamente al oir el grito y observó la figura que se acercaba caminando despreocupadamente chapoteando entre las cenizas. Era una sombra más, espolvoreante, que se materializaba al aproximarse.
-¡No queda nada!- Repitió más cerca ya.
-¿Qué quieres?
-¿Qué tienes?- Minokeche continuó acercándose y las miradas se clavaron. Ropas haraposas y una insignia arrancada. Era cierto que no quedaba nada, nada por lo que matar. El mundo parecía inofensivo en esos momentos, y esa aparición exenta de hostilidad le hizo sentir un cosquilleo extraño, un cambio.
-Nada... mi cuerpo.
-Entonces quiero tu cuerpo - sonrió ella. Él pensó que aquello debía de ser una alucinación, un sueño, ¿estaría loca esa mujer?, aunque no es mala idea volverse loco en estos momentos. O dormir y soñar eternamente. Pero qué tonterías, no hace falta soñar, sólo prescindir de unos pensamientos que están fuera de lugar y dejarse llevar por los que brotan ahora, ahora que no hay nada que temer. Esa misma frase, un día antes hubiera despertado recelos y hostilidad. Pero ahora sólo había manos desnudas, y dos personas sin nada valioso que arrebatar ni nada por lo que competir.
-¿Sabés qué?
-Qué.
-Creo que leo tu mente - Una extraño regocijo indisimulable se apoderó de él al pasar a un nuevo estado de conciencia y de realidad.
-Sí. Y ahora quiero leer la tuya.
Auloi andó unos pasos y se detuvo a escasos centímetros de Minokeche. El sol ya no le hacía llorar, el ambiente era agradable.
-Estás manchado de chamusquina.
-Acabo de aferrarme a un tronco quemado. Y tú estás salpicada de sangre.
-Sí, es que acabo de matar a una amiga.
-Gracias.
-No hay de qué.
...
Las bestias se cerraban sobre él, estrechando el círculo, avanzando a gran velocidad, galopando entre la ceniza. Permaneció inmovilizado, sabiendo el tiempo de comprobación que tenía el programa, no podría detener a todas. De modo que a la desesperada comenzó a trepar por el grueso tronco chamuscado de una palmera, y fue entonces cuando se le ocurrió la forma de incrementar la distancia respecto de todas las bestias por igual. Aguardó en lo más alto hasta el momento preciso, y justo entonces comenzó a descender, sin demasiadas prisas, pero sin pausas, ese descenso le debía durar al menos 25 segundos. El círculo de Dogor-cans se frenó bruscamente en perfecta alineación en torno a la palmera, a un radio de 10 metros. Auloi descendía desde lo alto: incremento X=0, incremento Y=0, incremento Z=-1. El incremento de distancia absoluta era negativo, el objetivo no huía, se aproximaba desde lo alto, la coordenada Z era decisiva. Al segundo once se produce la primera comprobación, las bestias rugen, el incremento de distancia continúa siendo negativo. Vigésimo segundo: segunda comprobación, el objetivo no se detiene y reincide en su inercia de reducir la distancia absoluta. Vigésimoquinto segundo: las máquinas de matar identifican un depredador y huyen. Auloi termina de destrepar y cae sobre el blando suelo, y observa la estampida centrífuga.
Pero a lo lejos se detienen... y se desploman. Alguien los ha desactivado.
Mitse no quería hacerse con la pistola para matar a Auloi, sino para matar a Minokeche.
Cornicabras
-
Las laderas de los montes están cubiertas por un bosque bajo de encinas y
cornicabras, que en esta época del año salpican de ocres y rojos el
paisaje. En l...
2 comentarios:
Me gustan los finales que son también comienzos.
Minokeche y Auloi parece que hacen buena pareja, los nuevos Adán y Eva en el nuevo Edén :P
Ojalá toda esta historia de la humanidad no acabe con dos mujeres que se matan entre ellas por el último hombre.
Quería dejar abierta la conclusión, puede que esa sea una razón subconsciente, pero lo cerebral se impone, y la razón de Mitse era el miedo al cambio, no quería asumirlo y no podía permitir que Minokeche cambiara.
La razón de Minokeche la explica ella misma.
Y el cambio de Auloi se produce en el mismo momento en el que se da cuenta de que Minokeche le podría haber matado y no sólo no lo hace sino que se expone a su propia muerte. Y en la medida de que no queda ningún valor expugnable, la postergación no tendría sentido, es simplemente que se terminaron las amenazas y los intereses ocultos, y la armadura puede descansar, los puños pueden volver a abrirse como manos y las garras menguar en uñas.
Publicar un comentario