A solas con un extraño

Cuando tenemos a alguien demasiado cerca, o dentro del mismo espacio vital y no hay conversación, la situación se vuelve tensa, porque no podemos saber qué está pensando o tramando.

Por defecto suponemos que mientras alguien habla o participa en una conversación sus pensamientos giran en torno a lo que se habla, o si la persona está enfrascada en una tarea nos tranquiliza saber que su mente se concentra en resolverla.
Cuando la persona calla o no hace nada, puede estar tramando algo peligroso. El solo hecho de no tener pista alguna para saber lo que piensa nos crea indefensión y nos obliga a levantar el estado de alerta.

Sólo la familiaridad, que no es sino la experiencia de situaciones anteriores de que esa persona es indañina para nosotros, puede hacer soportable el silencio de alguien que invade nuestro espacio vital.
También la falta de instinto primitivo de conservación, un exceso de seguridad.

Por eso la conversación es tan útil en esta sociedad donde nos vemos constantemente obligados a tratar los unos con los otros a distancias cortas y a permanecer apiñados. El contenido de la conversación es lo de menos, lo importante es que la persona que tiene la hablidad de soltar una palabra detrás de otra sin parar resulta más tranquilizadora para los demás que la que desprende silencio, y gracias a eso esa persona será mejor bienvenida a invadir o permanecer en espacios vitales ajenos.

Y también por eso,  para la mayor parte de la gente es vital el saludo ante un encuentro con otro ser humano, como tanteo previo y excusa para realizar un rápido análisis del otro. El saludo es fundamental para la convivencia.

Tira original de Caputi
Tira de Ada