martes, 17 de marzo de 2009

borreguitos

En el blog de Planseldon aparece este video sobre un lapsus de Federico Trillo que no había visto:

En él, manda a las tropas gritar ¡Viva El Salvador!... o al menos era esa su intención, porque se le va la cabeza y de viva voz ordena ¡Viva Honduras!
En cualquier caso la tropa, aunque extrañada, responde la viva.
...
Esto me recuerda a estos actuantes que subidos a un escenario ante un público, o sin necesidad de escenario, estos que llevan la batuta dentro de un grupo, alientan acciones unánimes de este tipo.
"¡Todo el mundo dando palmas!"
"¡Quiero ver esos brazos arriba!"
"¡Un bote, dos botes, pepero el que no bote!"

La mayor parte de la gente responde a estas llamadas, como marionetas se dejan tirar de los hilos para levantar un brazo o abrir la boca y gritar la consigna.

Creo que la psicología que lleva a un grupo a responder en masa a un dictado de una única persona se debe a:
-El autosometimiento a una jerarquía propia del fanatismo. Gente que supedita su ego al de alguien encumbrado por una masa fanática, vinculándose como extremidades obedientes de su cantante, deportista o político adorado.
-El miedo al ridículo o sentirse excluído. Si todos bailan puedes parecer soso quedándote quieto, si todos festejan puedes parecer un muermo tieso como un palo, si todos ríen y tú callas puede parecer que no eres lo suficientemente inteligente para haber pillado el chiste, que eres un aburrido...

Estas dos razones se resumirían en una: un instinto gregario, de pertenencia a un grupo.
La sociedad es jerárquica, y parece que no seguir al de la batuta de tu grupo tribal o ideológico es propio de un asocial. No tanto en el "él contra ti", como en el "él contra la masa, y tú como parte de la masa".

La jerarquía, insisto, es vital en este proceso. Se aplaude o se ríe en función de hacia quién vaya dirigida la loa. Alguien cuenta algo y lo primero que se pregunta un potencial loador es qué nivel jerárquico tiene ese indivíduo. Si su categoría es insignificante casi nadie reaccionará.

No obstante, a veces surge la duda: ¿es importante o no lo es? La respuesta viene de la reacción de los demás. Si nadie aplaude, es arriesgado aplaudir y quedar como un imbécil aplaudiendo a alguien de jerarquía inferior.
Si el conferenciante está subido a un escenario, sin duda debe de ser muy importante, si sale en los medios de comunicación también (contará con una tropa de fanáticos de apoyo).
Ante la duda, el espectador supedita su decisión a su entorno, espera el análisis y reacción del grupo, permanece alerta ante cualquier signo de acción inminente. Cuando se ve venir un aplauso no se lo piensa dos veces y se une rápidamente, antes de que quede en evidencia que no entiende.
Si se equivoca, al menos, siguiendo al grupo, nadie podrá achacarle nada, pues el grupo es mayoría.

Es vergonzoso ser el único que aplaude a una genialidad, le hace a uno pensar que su propio criterio no era tan bueno. En cambio, es fantástico aplaudir una gilipollez cuando todo el foro la aplaude, le hace a uno pensar que, bien visto, no era tan gilipollez.

En este otro video, el Follonero arranca unos aplausos en medio de la presentación de un libro de Jiménez Losantos. Empieza aplaudiendo despacito de modo que la gente perciba que se prepara un aplauso en masa en cuestión de segundos. Como un resorte, la gente se lanza a contribuir a esa reacción colectiva de apreciación, independientemente de que particularmente ellos hubieran considerado loable esa parte de la intervención. Parece que lo que acaba de decir ese señor merece un aplauso... todos están aplaudiendo... ¿todos? En verdad sólo empezó a aplaudir uno.

Por eso, para un humorista o un conferenciante es importante tener entre el público gente (fanáticos reales o impostores contratados) de risa floja o mano presta a aplaudir que arranque la ovación de la masa borreguil.
Las risas grabadas también funcionan, así como los carteles de "APLAUSOS". Toca reir, toca aplaudir.

Y a continuación, todos juntos, el baile de los Koalita achuchables.
El koalita se va a casita, todo el mundo dando palmitas
El koalita es muy achuchable, todo el mundo abrazando el aire
El koalita se ha hecho pupita, todo el mundo poniendo tiritas...

Son como tantras hipnóticos estupidizantes. "Todo el mundo batiendo mahonesa", y la gente es feliz en ese momento de sincronización colectiva.
Como bailan como los demás, bailan bien. Como ríen cuando los demás, ríen bien. Como aplauden cuando los demás, aplauden con buen criterio...

2 comentarios:

planseldon dijo...

Me encanta el video de Trillo. Es el tipo de cosas que me suelen pasar a mí mismo, que siempre ando con la cabeza en otro sitio.

Lo que cuentas me recuerda a los conciertos de música clásica o las óperas donde siempre es un problema el aplaudir en el momento oportuno o, por el contrario, ponerme a aplaudir antes de tiempo (a veces la pieza no ha terminado, se trata sólo de un silencio, y todo el mundo se queda mirando con cara de mala leche al aplaudidor). Lo mejor es no aplaudir NUNCA hasta que no haya empezado ya todo el mundo y lleve un buen rato. Total, luego te vas a cansar igual. :P

Herel dijo...

También pasa con los humoristas muy malos. El público por educación o apuro aplaude o ríe cuando cree que ha terminado el chiste, y a veces lo hacen antes de tiempo porque quedaría mal que realmente esa fuera toda la gracia y no se escuchara ni una risa inmediatamente... "Lo mejor es no raeir NUNCA hasta que no haya empezado ya todo el mundo y lleve un buen rato." jejeje

Las óperas y la música clásica parecen estar envueltas en un aúrea de vestusta elegancia y protocolo insaltable. Espectáculos para apreciar exquisitamente tieso y callado, emulando aires aristocráticos.