miércoles, 17 de enero de 2007

saqueo familiar

Esta tarde estuvimos en casa de mi abuelo: mi padre, mis dos tías y yo. Mi abuelo sigue vivo, está en un residencia, bastante jodido pero con una vejez decente en comparación con lo que hay por ahí. Yo creo que no sufre, sino que más bien se aburre soberanamente allí, al menos su mirada me dice que sigue fuerte por dentro. El año pasado se dió un golpe en la cabeza que se calló, hasta que no soportó más la hemorragia interna y le llevamos al hospital. Le tuvieron que abrir el cráneo, y le ví allí en la cama más delgado y débil que nunca, con noventaytrés años. Superó la operación, pero después de esa se le llevó a una residencia, porque ya casi no podía andar y tenía regresiones mentales, le costaba recordar nombres o se veía en épocas pasadas. En verdad eso fue al principio, la última vez que le ví parecía bastante situado en el presente, y en la esperanza de largarse de allí, cosa que no podrá ser porque necesita atención 24 horas.

Como la casa está vacía, ya nadie va a volver y seguramente se venda, empezamos a llevarnos cosas.
Mi abuelo fue militar y hay varios manuales antiguos del ejército, aunque lo más morboso es una pesada ametralladora similar a las que llevaban las parejas de la guardia civil en épocas pretéritas, y que se llevará mi tía para uno de mis primos que es mismamente guardia civil. Insinuó que ya sólo valía para hacer una lámpara con ella... como otra que tiene mi tío que ha sufrido ese horrible destino. Pobre arma... terminar así, disparando voltios en lugar de balas.

También era muy aficionado a la fotografía, tenía varias cámaras y objetivos que se repartieron entre las dos hermanas. Aunque a mí también me encanta hacer fotos, no quiero para nada cámaras de carrete o videocámaras de película de rollo, pero da pena tirarlas. Lo único aprovechable serían los objetivos y filtros que supongo que seguirán sirviendo para las cámaras actuales.
Era muy ordenado, los cajones llenos de cajitas, y dentro de cada cajita multitud de objetos pequeños. Creo que durante los últimos años se dedicaba a ordenar su escritorio, con todo el tiempo del mundo que tenía, pero nada más. Lapiceros sin estrenar, libretas vacías...
Me hizo gracia encontrar linternas de esas de los años 70-80, las que recuerdo de mi infancia, que eran una especie de caja con una bombilla frontal, y que se abrían para albergar una enorme pila de petaca. Busqué algún lápiz bicolor, de estos que se sacaban punta por los dos extremos: uno rojo y otro azul, porque los relaciono desde pequeño con mi abuelo, pero no encontré ninguno.

Cuando entré en el comedor me acordé de hace un par de años - cuando iba a llevarle la cena algunos días-, y se acercaba al mueble, cogía una caja y sacaba de ella una bolsa de palmeritas que pareciera tenía escondidas como si fueran especiales, para que no se las zampara la chica que iba por el día a cocinar y limpiar. Y me decía "come come". Tuve una sensación honda de pérdida, pero rápidamente recordé que sigue vivo aunque no esté en su casa. Menos mal, mejor hacer el "saqueo" ahora que luego.

Se buscaron todos los álbumes de fotos y se juntaron para un posterior reparto o escaneo. Las diapositivas se quedaron en su sitio, y me gustaría llevármelas tan solo para verlas bien todas, ojeé a la luz algunas de Navacerrada, Cercedilla y El Escorial, zonas que conozco bien.

Para mí, preguntando siempre previamente porque somos muchos nietos, aparté un radiocasete... muy parecido a otro que tengo, con la diferencia que el mío está sucio y cascado y el de mi abuelo está impecable, como recién salido de la tienda. Libros de idiomas antiguos: gramática italiana, curso de francés, y diccionario de alemán; un curioso diccionario ideológico de la lengua castellana, tal que si buscas por ejemplo "perfume", te aparecen palabras relacionadas como flor, olfato, nariz...
También me llevé una caja de herramientas y una bolsa con Soles peruanos que no sé de dónde diablos ha podido salir. Quizá alguna de las chicas que le atendió era peruana, no lo recuerdo. No colecciono especialmente monedas, pero tengo un saco lleno de ellas en el que arrojo las que se cruzan por mi camino.
Mi padre se llevará las sillas, en especial dos mecedoras cuya madera permanece impecable y que por lo visto tienen más de 50 años; se las fabricaron en Manacor, donde vivieron de pequeños una temporada y se las trajeron desde allí al mudarse.
La mayor parte de las cosas se han quedado en la casa, para venir otro día a llevárselas cada cual.

Tanto al entrar como al salir nos encontramos con vecinas que se interesaron por mi abuelo. Al parte de rigor sólo faltaba añadir: "y nosotros aquí de saqueo, ya ve usted".

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