José metió el sobre en su abrigo y salió bajando las escaleras apresuradamente, por no esperar al ascensor. Tenía prisa, llegaba tarde. Paró un taxi y subió. El sobre, que asomaba del amplio bolsillo, terminó de deslizarse y cayó. Quedó abandonado en la acera mientras el vehículo se alejaba.
Marta caminaba cabizbaja hacia el metro. Se detuvo en el semáforo, cuando reparó en el sobre que yacía en el suelo. Lo recogió, el semáforo se puso en verde, lo guardó de forma automática en la mochila y prosiguió pensando en sus cosas.
El metro estaba abarrotado, y Martín divisó aquella presa fácil. Disimuladamente abrió la cremallera de la mochila e introdujo la mano buscando algo de valor.
Marta se volteó repentinamente y con mala cara. Aquel hombre empujaba intentando acercarse hasta la puerta de malas maneras. "Perdón" masculló. "Yo también me bajo en ésta" señaló Marta, haciendo que el hombre aguardara en su sitio. "Qué se ha creído".
Los viajeros salieron en tromba en la estación de Moncloa, directos a la salida, menos Martín, que volvió a introducirse en otro vagón.
El carterista se bajó unas paradas más tarde y entró en un local a tomarse un café, muy apetecible en esa fría mañana. Se quitó el abrigo, lo dejó en la silla libre y tomó asiento en su mesa a la vez que hacia un mínimo gesto al camarero para que acudiera.
José terminó su segundo café, Jaime también se había retrasado, más que él, y no se le ocurrió otra forma de hacer tiempo, pues en la calle hacía un frío de narices. Cuando recibió la llamada esperada pagó, se levantó, recogió su abrigo y salió a la calle.
Se acercó hasta el que aguardaba en el quiosco, ojeando la prensa, compró un diario deportivo. Se miraron. José introdujo la mano en el bolsillo derecho, pero el sobre no estaba... un sudor frío recorrió su frente. Jaime le miró con suspicacia.
Respiró aliviado cuando halló el sobre en el bolsillo izquierdo, "juraría que lo metí en el otro".
Le entregó el sobre disimuladamente y se marchó.
Martín se disponía a marcharse y buscó su abrigo, ¡no estaba! Se levantó sobresaltado, aunque por fortuna lo encontró en otra silla "que extraño, juraría que lo dejé aquí mismo".
Cuando José regresó a su casa descubrió que aquel no era su abrigo, su cartera no estaba, pero en cambio había otras tantas de desconocidos.
Cuando Martín regresó a su casa sólo encontró una cartera dentro de su abrigo, ¡sólo una!, cuando estaba seguro de que había birlado cuatro aquella mañana.
Cuando Jaime regresó a su casa, abrió el sobre y en el interior se encontró esta nota:
"Gustavo, me gustas mucho, no me atrevo a decírtelo a la cara, pero quisiera que leyeras esta poesía que he escrito pensando en tí..."
Cuando Gustavo abrió la cartera, ya en su casa, se encontró un extraño sobre introducido en el libro de mates. Lo abrió despreocupadamente. En el interior había un cheque al portador por valor de seis millones de Euros. "Esto ha sido una broma del Rafa, jajaja" pensó.
Al día siguiente dos personas murieron: José de un disparo, y Marta de pena al observar de lejos cómo Gustavo enseñaba el sobre a sus amigos mientras se partían de risa.