A continuación un extracto de El Cantar de Jeta de El Liante, procedente de un "tecluscrito" en ordenador que data del siglo XXI.
-Me llamo Rodrigo el Valiente.
-¿Al que le falta un diente?...
-...de ajo para hacer un gazpacho. Quisiera entrar en el castillo.
-Adelante, pasa que quito el pestillo.
[Se abre la puerta, y éste va y entra]
-Se presenta ante vos Rodrigo el Valiente.
-¿Al que le falta un diente?...
-...de León para hacer una poción.
-Busco al Conde de Burgos en ésta su casa, aquel del que dicen astuto como una rata, y espléndido como una patata. [O al revés]
-Acá mismo me "tenés", ya ves.
-A decir verdad no veo nada, cubierto como estais por esa capa.
-Tapado voy porque el que no esconde no es conde, y si la capa no tapa no esconde lo que tapa, y ni esconde de vulgos ni es conde de Burgos.
-Nada he comprendido más me doy por convencido, y ahora paso a relataros los cotilleos más osados de las tierras que he recorrido, desde la otra orilla hasta aquí, cruzando el río.
-Ahorraos para la cena el rollo, hablad cuando se sirva el pollo. Y decidme ahora lo que traéis en esa lata, la que llevais bien agarrada.
-En ésta llevo fabes recogidas, para almorzar al mediodía.
-No me refiero a esa sino a la otra lata, la de ese cofre labrado en plata.
-Oh, qué poca memoria me queda en la cabecilla, aquí os traigo este cofre con monedas, de parte de vuestro hermano, el que vive en la otra orilla.
[Le entrega al conde el cofre de plata y va el buen hombre y abre la tapa.]
-Aquí hay algo raro, y de ahí mi entrecejo apretado: monedas dijisteis en plural y aquí sólo veo moneda en singular.
-Oh, qué grandiosa capacidad poseéis para las cuentas, de un solo golpe de vista contasteis todas las piezas.
-No lo dudéis por un momento que sumando soy perfecto, emisario; puedo contar hasta veinte sin usar los dedos, sin quitarme los zapatos. Más ahora no me liéis, y explicadme sin demorar, dónde se le cayó a esta moneda el plural.
-Tengo que confesaros con vergüenza, y seré total transparencia, que algo gasté por los caminos, al caer involuntariamente por algunos mercadillos.
-Contadme pues.
-Gasté una moneda en un bote de gomina de Fez.
-¿Para qué?
-Para el tupé.
-¿Y las demás?
-En lo que vino detrás: dos en telas de fina seda.
-¿Para alguna amante tal vez?
-No, para mi abuela. También hice gasto en varios complementos.
-¿Cuáles son estos?
-Un collar de piedras, una pulsera tobillera y unos calzoncillos nuevos.
-¿Tanto en esa tienda habéis gastado?
-No, luego me metí en la de al lado: varios muebles para la casa, una tumbona para la terraza, vajilla y cubiertos.
¿En eso derrochais en pocos momentos las que son mis rentas?
-No, ¡por Dios!, que los calzoncillos estaban de oferta.
-¿Y qué fue del resto del dinero?
-También tropecé con varias tabernas, y no faltaron vinos y cervezas, ni asados de cordero.
-Por Santa Rufina que como mensajero sois una ruina.
-Por San Mamerto que cuanto decís es cierto.
-Sois un enfermo consumista, no os duraría una jornada una VISA.
-Oh, qué grandioso genio y prodigio sois de adelantado, señor Conde, el concepto de consumismo no estaba hasta ahora inventado.
-Me halagáis, pero no me como el moco. No os váis librar por mucho que me palmeéis el hombro, de un doloroso castigo. Y ya veréis lo que os digo.
-Os tomo la palabra, lo veré, mas espero no recibirlo.
...
-¡Llamad al verdugo!
-¿Al de Aranda?
-No, que tiene la mano blanda. Mejor al de Lugo.
...
-Se presenta el verdugo con presteza, ¿a quién hay que cortar la cabeza?
-A éste que te señalo con el dedo, más no lo quiero muerto, tan sólo dale un escarmiento. Pero tened cuidado y no escuchéis sus cumplidos, es adulador el muy jodido.
-Dejadlo en mis manos, soy experto en hacer daños.
...
-¿Cuál es vuestro nombre?, condenado.
-Rodrigo el Valiente, paisano.
-¿Al que le falta un diente?...
-...de tiburón para completar mi colección.
-¿Y decís que sois también de Lugo?
-En efecto soy lugareño, de Lugo es mi seña, de esa bella ciudad extremeña.
-Más Lugo no está en ese sitio, ¿acaso no mentiréis por capricho?
-Perdonad pero estoy nervioso y hablo algo erroso. Lugo está donde vos decís.
-¿Y dónde digo?
-Decid.
-En las Galicias.
-Y yo también digo allí.
-Ahora sí... Pero vamos con el trabajo, podéis elegir entre palo o látigo.
-Me quedo con el palo, de la baraja, siempre que a vos os plazca.
-Usaré pues bastos, ya que para copas es temprano, los oros del conde habéis gastado, y las espadas hacen tajos.
-Pero sed suave.
-Seré como un lecho de esparto.
-Y no fuerte sino blando.
-Seré como la coz de un caballo.
-Es admirable vuestra profesionalidad.
-No tendré piedad.
-En serio, hay verdugos que no saben hacer su trabajo.
-Bueno... yo... lo mejor que puedo y sé lo hago.
-Me llena de felicidad estar en manos de un perfecto profesional.
-Me estais retrasando, por favor parad de ser locuaz.
-Es que yo siempre quise ser verdugo, mas por ser humilde no pude estudiar.
-Si queréis, termino en un momento, y luego algo os puedo enseñar.
-Impaciente estoy por aprender de vuestra habilidad. Más soy tan torpe que no sé si seré capaz.
-Tonterías, veréis que no es tanto, vamos a la cantina y os relataré lo básico.
...
[Y así se libró del castigo nuestro hombre, más luego pagó en su lugar el verdugo la furia del Conde.]