sábado, 28 de marzo de 2020

Al que nada tiene nada le pueden quitar

Como contraste con la entrada anterior, hoy he visto a un sintecho de los que deambulan por las calles vacías a placer, gritando a la policía un rollo patatero.
Los agentes no sabían muy bien qué hacer con él.

No le podían multar porque no serviría de nada, no tendrá un duro, ni cuenta corriente de la que incautar.
No le podían mandar para casa porque no tiene casa.
¿Detenerle? Es más incordio para ellos que para él una noche en el calabozo.

Al final le han dicho que se quede quieto en un sitio, pero seguirá haciendo lo que le dé la gana.

Al que nada tiene nada le pueden quitar.

miércoles, 25 de marzo de 2020

Estado policial, presunción de culpabilidad

El otro día ví fugazmente a un ciclista que llevaba un cartel pegado a la espalda y no pude leerlo muy bien, pero hoy he encontrado esta foto en internet, y seguramente fuera algo parecido:

También he visto un vídeo de policías que se ponen chulos, venidos arriba, ante gente que está desplazándose en bicicleta a su puesto de trabajo, un medio mucho más seguro que introducirse en un transporte público, y que como vehículo que es, sí está permitido.
Algunos agentes deciden, porque sí, que estás haciendo deporte, o que estás paseando, o incluso se inventan que está prohibido ir a trabajar en bicicleta. La realidad no importa, es lo que les salga de los cojones.

En los foros se está quejando mucha gente del acoso que sufren por parte de la policía, e increpaciones de los vecinos desde sus ventanas. Hay mucho flipao ansioso por cazar "infieles", hasta el punto de disparar a inocentes, al más puro estilo de los tiempos de la Inquisición.

Presunción de culpabilidad. La misma lacra que siempre hemos sufrido los varones por el ginocentrismo biológico ante la acusación o ataque de una mujer, en tiempos de crisis se extiende a más aspectos de la vida cotidiana.

Si bien es cierto que hay listillos que se saltan la cuarentena a la torera para pasear, hacer deporte, o ir a comprar innecesariamente lejos de su domicilio, eso no significa que cualquier persona que veas andando por la calle sin un carrito de la compra o una mochila a la espalda esté dando un paseo.

Esta situación estaba visto que iba a derivar en episodios de abuso de autoridad.

Enlaces:

martes, 24 de marzo de 2020

Sapiens

El año pasado me leí "Sapiens, de Animales a Dioses", publicado por Yuval Noah Harari en 2011, que presenta una interesante teoría según la cual, la superioridad del homo sapiens sobre otras especies humanas de la antigüedad hoy extintas (como el neanderthal o el homo erectus) es, precisamente, algo muy ridiculizado y criticado por los que van de superiores: lo que podríamos llamar el borreguismo, el fanatismo, la fe, la credulidad.

Vamos a plantearlo con un ejemplo del propio libro. ¿Por qué el homo sapiens se impuso sobre el neanderthal en Europa?
¿Acaso era el neanderthal menos inteligente o carecía de pensamiento abstracto? No
¿Acaso estaba el neanderthal peor adaptado al medio? No, al contrario
¿Acaso era el neanderthal inferior numéricamente? No. pero aquí está el truco.

Pongamos que el neanderthal era un tipo menos manipulable, menos predispuesto a confiar en quien no conocía personalmente. Esto limita las relaciones e intercambios al grupo con el que tenía trato habitual, que suele tener un rango límite de un centenar de indivíduos (dato estimado en torno al tamaño máximo de los grupos de simios). Más allá de ahí no se puede conocer bien a todos los miembros del clan. Esto impedía al neanderthal formar grandes comunidades o cooperar juntos para un proyecto superior, para beneficio de todos, o para beneficio de otros autosacrificándose.


Nuestra especie, en general,  es bien distinta, como sabemos. Podemos ver a millones de personas unidas en torno a entidades inventadas, dioses invisibles, símbolos, ídolos, artistas o deportistas que no hacen nada útil ni por nosotros objetivamente. Objetivamente no hacen nada útil, pero pueden mover masas... y eso sí que puede ser útil...

Entonces, pongamos que en Europa hubiera 100.000 neanderthales contra 10.000 homo sapiens recién llegados, compitiendo por el territorio.
Los neanderthales lucharían en grupos de 100 cada vez, incapaces de asociarse con otros neanderthales desconocidos.
Los sapiens en cambio lucharían formando ejércitos de miles cada vez, unidos bajo una religión inventada, un trapo de colores, unas pinturas símbolo de una identidad, bajo jerarquías más fuertes. Los sapiens no necesitan conocerse entre sí para confiar y trabajar juntos. Un soldado vestido de rojo se encuentra con otro soldado vestido de rojo y le considera de los suyos aunque no le conozca de nada, porque va vestido de rojo.
Un acólito de cierta religión se encuentra con otro acólito de esa misma religión en medio del desierto, y aunque no conozca de nada al sujeto, reconoce su forma de vestir y sus símbolos, y asume que comparte sus mismos valores, y por tanto confía en él. Le puede dar la espalda sin temor a ser acuchillado a traición.
Uno puede reconocer a un policía no porque conozca personalmente a ese hombre y sepa que es policía, sino por su ropa, por su uniforme. Podría ser un farsante disfrazado de policía, sí, pero confiamos en que no sea así.

He trabajado de figurante en películas de forma puntual, y ahí se ve estupendamente este fenómeno. Cuando llegas de calle te encuentras con decenas o cientos de personas que no conoces y con las que no sientes ningún vínculo. Te pasan por vestuario y maquillaje, y conforme vas saliendo, te vas arrimando y empezando conversaciones con los que están disfrazados de lo mismo que tú. Los policías con los policías, los ladrones con los ladrones, los nobles con los nobles, los lacayos con los lacayos. Y el resto del día haces grupillo con los de tu gremio ficticio a través de ese vínculo ficticio. Es ficticio pero funciona. El traje hace al monje, descaradamente.

La gente confía en el dinero a pesar de ser un trozo de papel, y comercia con él con desconocidos de los que en principio no se podría fiar. Si no actuáramos así nuestra capacidad de intercambio y cooperación se vería terriblemente limitada. La civilización se basa en actos de fe constantes necesarios.

Y así sería como, aun siendo minoría en el total, los sapiens barrieron a los neanderthales, aliándose en grupos mayores. Mil guerreros vencen a diez mil si los primero luchan todos juntos y en cambio los segundos luchan separados en pequeños grupos.

El fanatismo humano, la facilidad con la que creemos en entes imaginarios o seguimos a líderes desconocidos, es un gran poder y a la vez una gran vulnerabilidad explotada por algunos indivíduos para poner a otros a su servicio, o enfrentar a grupos entre ellos en base a identidades reales o construídas mentalmente.

Y en casos como el de la pandemia actual, nos va a permitir sobrevivir mejor que si fuéramos más anárquicos.
Y aquí también se ve que algunas sociedades, como las orientales, cooperan mejor para superar las crisis. Quizá porque son más uniformes y por tanto ven a sus conciudadanos, aunque sean mayormente desconocidos, más como parte de su tribu que en las sociedades más diversas.

lunes, 23 de marzo de 2020

Filas

Por las mañanas resulta curiosa la estampa de las calles donde se concentran locales de suministro de alimento y estancos. Las calles tienen una ocupación ligeramente inferior a la habitual, pero aun así hay bastante gente... sólo que sin trasiego. La mayoría están como maniquíes colocados en largas filas poco reconocibles a primera vista como filas debido a las separaciones superiores a dos metros. Las filas giran por manzanas, o las atraviesan y continúan en la siguiente. Cuando los comercios están muy cerca unos de otros las filas se las ingenian para no solaparse. No pasan coches. Hay un silencio propio de un pueblo.

Pero al contrario que un día habitual, donde el tiempo es oro, en estos días extraños, permanecer en una fila es otra excusa más para estar en la calle y que te dé un poco de sol si tienes la suerte de que ha salido en esos momentos y sus rayos riegan esa zona entre los edificios.
Lo de los perros ya lo comenté en la entrada anterior sobre la cuarentena. Hace días ví a un vecino muy deportista que habitualmente suele pasar bastante tiempo en la calle, haciendo deporte o alternando. Y le ví con un perro, cuando nunca antes le había visto con uno. De alguna forma se ha agenciado uno.

Estos días se han sucedido detenciones de "gente empoderada" que no entiende por qué no puede salir a hacer deporte o a pasear si las calles están vacías. Pero qué listos que son. Es como si por falta de alimento nos racionamos todos la comida a la mitad, y resulta que algunos dicen "no pasa nada porque nosotros sigamos comiendo ración completa, porque como los demás se están racionando, hay comida de sobra para todos".
¿Por qué no puedo irme al pueblo? ¿Por qué no puedo irme a caminar por el monte? ¿Qué daño hago?... "Y se llenaron las calles de gente paseando perros".

El virus éste no me preocupa realmente por mí, ya que no soy población de riesgo, sino que me preocupan mis padres.

El objetivo de este aislamiento social obligatorio se puede resumir en dos puntos:
1. Partiendo de que vamos a acabar contagiados todos, dilatar en el tiempo la infección, hacerla más progresiva y espaciada, no ponernos todos enfermos a la vez para no sobrepasar la capacidad de absorción de los recursos de salud de que disponemos. Además de dar más tiempo a los científicos que por todo el mundo ya están metidos en la búsqueda de soluciones.
2. Reducir la carga vírica de los contagios, que aumenta al estar expuesto a mayor concentración de infectados. A mayor carga vírica más letal y mayor rango de edades y estados de salud pueden verse afectados fatalmente.



La situación me sigue pareciendo surrealista, si me lo cuentan hace un año no me lo creo. Es algo insólito este estado policial de reclusión para una generación que hemos vivido en la mejor época de la historia de la humanidad en cuanto a seguridad, higiene, derechos y tecnología. Hasta tal punto que gran cantidad de gente asume como derechos cosas que son privilegios.
A lo largo de mi vida recuerdo varias guerras: la de la antigua Yugoslavia, matanzas de Hutus contra Tutsis, diversas en el Golfo y Oriente Medio; tsunamis; catástrofes naturales cíclicas...  y todo ocurría en un lugar lejano. Como mucho causaban revuelo mediático, pero aquí la vida seguía igual.
Y ahora se impone un estado de incertidumbre, y eso es lo terrible. Porque la situación per sé por ahora no es tan grave sino por el cambio brusco de reglas que supone.
Cuando ves una película de catástrofes, desde el punto de vista del espectador omnisciente o conocedor de la historia a posteriori todo parece muy fácil. ¿Por qué los judíos no huyeron en masa de Alemania cuando el austriaco con bigote aún no tenía el poder suficiente? Porque ¡cómo va a pasar nada! Vivimos en una sociedad civilizada, hay leyes...

Decía cierto youtuber que ahora mismo espera hasta una invasión alienígena. Y he tenido justo ese mismo pensamiento. El próximo año podemos encontrarnos con que toda la gente tiene que ir vestida de amarillo por la calle, porque hay una plaga de mosquitos mutantes muy peligrosos ante los que la única defensa es vestir de ese color que rehúyen. Y habrá patrullas de policías amarillos deteniendo y multando a la gente que salga de su casa de otros colores. Y vecinos espiando desde detrás de los visilllos y denunciando. "Policía, en calle tal hay un sujeto vestido de azul".


domingo, 22 de marzo de 2020

The Final Turururu

El primer recuerdo que tengo de esta canción es estando en casa de un amigo del colegio, a finales de los 80. Éste la tocó con el típico organillo de comunión CASIO que teníamos todos.
The Final Countdown, de Europe. Todo un himno aún a día de hoy.

Por lo demás, esta versión tiene una letra random que grabé con guitarra hace meses, de coña, y un videoclip también random, con aires extraños y apocalípticos para tiempos extraños e inciertos.
Empecé a dibujar con Inkscape el sábado por la tarde y me tiré toda la madrugada sin dormir hasta acabarlo.



martes, 17 de marzo de 2020

Cuarentena

Desde finales de febrero el tema del coronavirus era recurrente en casi todas partes, principalmente con comentarios jocosos y desenfadados, pero que al final te coartaban de toser.
Los chinos fueron los primeros en autoaplicarse cuarentena, cerrando sus comercios. Cosa insólita, pero que aun así no causó gran alerta entre los españoles.
Entre nuestro refranero faltaba éste: cuando las tiendas de los chinos veas cerrar, pon tus barbas a remojar.

Había recomendaciones, habladurías... pero los medios y el gobierno restaban importancia y animaban a la gente a asistir a la manifestación hembrista del 8M. Retrasaron la alerta sobre los riesgos de concentraciones y otras recomendaciones para poder celebrar su desfile femifascista. No podían alertar sólamente sobre otros eventos sin cargarse el suyo, así que se despreocuparon de todos... hasta el día siguiente, en el que el discurso del gobierno empezó a cambiar.

El viernes pasado, tuve la buena ocurrencia de pasarme por un par de grandes superficies de bricolaje para comprar materiales para más cosas que quería hacer (llevo un par de meses haciendo pequeñas reformas poco a poco) y gracias a eso el fin de semana pude entretenerme con el bricolaje. Allí, por cierto, los empleados andaban también mascullando sobre el coronavirus, y en las cajas se habían colocado unas mamparas de cristal para separar clientes de cajeros.

El sábado, cuando aún sólo había recomendación de reclusión y no obligación, salí a la Casa de Campo, y me encontré el panorama de cualquier sábado por la mañana: lleno absoluto de deportistas, paseaperros y "picnic-queros". Luego me enteré que la policía andaba con altavoces recomendando a la gente regresar a su casa.
Ya el sábado por la noche salió el felón que está de presidente por la tele anunciando el Estado de Alarma oficial, y por tanto la prohibición de salir. Y el cierre de todos los comercios no esenciales, incluídos los almacenes de bricolaje.

El domingo no salí, pero observé por la ventana algunos que salieron a correr. Ahí sí la policía estuvo obligando a la gente a regresar a sus casas e incluso poniendo multas.
Desde este momento, si quieres pasear, sólo puedes hacerlo si tienes perro o con un carrito de la compra.
Los perros deben estar flipando, porque nunca antes les habían sacado tanto a la calle, ni tantas personas distintas turnándose.

 
Por la noche me sorprendió un ruído sobrecogedor en la calle como de cascos de caballos trotando por el aslfato. Escudriñé por la ventana y ví a mis vecinos asomados aplaudiendo. No me había enterado de esta inciativa, aunque supuse que se repetiría todos los días, y acerté, sólo que cambiando la hora. El primer día fue a las 22:00 y los sucesivos sería a las 20:00.

Los primeros días de la alerta la gente saltó a los supermercados a llenar carros, y la noticia en los medios, y el chiste, fue que acabaron con el papel higiénico.
Aún hoy hay colas para entrar en los supers, más exageradas en los más grandes y conocidos.
Hoy fui a un DIA sobre la hora de comer y sin colas en la calle (por la mañana sí las hay) ni apenas gente dentro. Sí había papel higiénico. Lo que estaba completamente arrasado era la carne, el pollo y la charcutería, y casi arrasados la pasta, arroz, frutos secos y legumbres. (Aunque encontrar secciones faltas de reposición en un DIA no es algo inusual).
A mí realmente no me preocupa que vaya a haber desabastecimiento, sino que suban los precios.

La mejor ayuda que podría hacer ahora el Gobierno es eliminar todos los impuestos. Pero no lo van a hacer, no son liberales sino todo lo contrario. Si hasta tienen ya su estado policial y todo. Deben estar priapíticos.


Una de las cosas que hice: un colgador de guitarra