Cuando era pequeño, en 3º de EGB, el colegio organizó una liga de fútbol entre las distintas clases del mismo curso. Yo no jugaba bien y me sacaron a los 5 minutos. Así que estuve chupando banquillo junto a otro compañero que tampoco era una estrella del deporte precisamente.
Al final ganó nuestro equipo. Mi compañero de banquillo saltó de alegría, pese a que tampoco había participado. Yo en cambio estallé a llorar de rabia contenida porque me habían excluído del juego y por tanto ya no me consideraba parte de ese equipo.
Uno o dos años despues participé en otra liguilla infantil de deportes varios, entre ellos fútbol también, en la que éramos pongamos que 5 equipos. No recuerdo en qué lugar quedamos, pero sí mi estupefacción cuando el día de la ceremonia de premios hubo medallas de oro, medallas de plata, medallas de bronce, medallas "de cobre", medallas "de aluminio"... Es decir: medallas para todos.
El destino de mis medallas no fue la pared de mi cuarto, donde las solían colgar los chavales, sino el cubo de la basura. No tenían valor estético, ni práctico, ni sentimental, ni meritorio.
Obviamente no hubiera corrido el mismo destino un premio útil, como un ordenador o una simple caja de lápices.
Salamandra de Gredos
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La mayor parte de los montes están recubiertos de pinar de repoblación, y
sólo en algunas laderas se conserva el robledal autóctono, que a media
ladera es ...
2 comentarios:
Mis padres fueron a muchos torneos de cartas, bueno, de estos de barrio de pueblo. Ganaron muchos trofeos, un montón, porque jugaban muy bien. Luego colocaban los trofeos en un mueble de la sala al lado de los recuerdos chorras de viajes y otros adornos.
Yo conseguí menos trofeos, pero gané a los 9 años mi primera bici en un concurso de dibujo; eso sí fue un premio útil.
Y otro premio que recuedo con cariño, aunque no fue un premio útil, fue una medalla por participar en mi primera carrera popular de 15 Km.
En la maratón la propia experiencia y el reto de conseguirlo es el premio.
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