jueves, 24 de julio de 2014

La Pianola

El libro "La Pianola", escrito en 1952 por Kurt Vonnegut Jr., presenta una distopía social desarrollada a mediados del siglo XX.

En el sucio bar suena de vez en cuando la pianola, tocando automáticamente la tonadilla que alguna vez tocaba un pianista.


Estados Unidos ha apostado por un sistema de optimización industrial sustituyendo trabajadores por máquinas más eficientes. La eficiencia también es aplicada a los hombres, y procesada por máquinas: cada ciudadano, en función de su formación y los resultados de diversas pruebas, recibe una tarjeta de cualificación por parte de un gran ordenador. Un coeficiente intelectual, un número que es de dominio público, que lo habilita para los altos cargos: ingenieros, burócratas y directores, o lo emplaza a un empleo en un campo específico. Para aquellos de bajo coeficiente intelectual o cuyas capacidades son suplidas por las máquinas, la mayoría, sólo quedan dos opciones: la Milicia o el Cuerpo de Reparaciones, que vienen a ser los empleos basura, por mantenerlos ocupados en algo.

En el Sistema, los altos cargos tienen muy altos salarios, y los demás, salarios muy bajos. Pero los salarios son bajos porque se les descuenta el precio de la vivienda, el mobiliario, los electrodomésticos, la televisión, el seguro médico, la pensión de jubilación... etc
Uno de los personajes del libro ejemplifica el propósito de esto,  recordando cómo  en los viejos tiempos un vecino suyo se gastó una cantidad inmensa de dinero en un órgano eléctrico, y luego pasó apuros económicos para las necesidades importantes.
Quizá sea más clara la imagen del borracho que se gasta el sueldo en vino y vicios, y luego no tiene para comer o alimentar a su familia.
Así, el Sistema se gasta por los trabajadores una parte de su sueldo en las necesidades importantes, y sólo les da como salario real la parte restante, para sus pequeños vicios.
Por otro lado, esto va en consonancia con el sistema industrial organizado. La producción es más eficiente, pues la industria, que es una gran corporación, conoce con poco margen de error lo que se va a consumir y lo que se necesita producir.

En la Primera Revolución Industrial, las máquinas suplen la fuerza bruta humana y animal; en esta Segunda Revolución Industrial,  las máquinas suplen las habilidades repetitivas y previsibles. También se apuntan conatos de la Tercera Revolución Industrial, donde las máquinas reemplazan también a la inteligencia creativa humana.

El problema de todo esto que es cada vez más gente se frustra, por quedar relegados a la inutilidad.
Uno de los ingenieros, que trabaja como director de personal en la empresa del protagonista, diseña un sistema automático de control de personal, que por lo pronto repercute en la extinción de su propio puesto de trabajo, y por extensión, en la desaparición de todos los directores de personal del país.
De la misma forma que el barbero que inventó la máquina peluquera acabó con casi todos los peluqueros.
La prometedora máquina de ajedrez que alguien presenta en una fiesta, se estropea fortuitamente para regocijo de algunos, antes de que pueda llegar a demostrar que también puede sustituir al hombre en este campo.

Paul, el protagonista, es un ingeniero con un futuro prometedor, por ser hijo de uno de los artífices del desarrollo industrial actual. Es el favorito para los ascensos desde las altas esferas, no obstante lo cual, él vive con dudas y reticencia a participar en el juego de sistema, lo que le lleva a simpatizar con las clases bajas, con la autenticidad imperfecta humana, con las clases frustradas por haber perdido su valor al ser superadas por las máquinas.
Su mujer, Anita, vive sus propias aspiraciones a través del status-quo de su marido, intentando trepar socialmente a través de él, como "la mujer de". Es la esposa dedicada a establecer relaciones sociales en eventos de postureo y amiguismo imprescindibles para mantenerse arriba. Y lleva su desempeño con cierta frustración a causa de las escasas ambiciones de su pareja.
Las dudas de Paul le llevan finalmente fuera del grupo selecto, y en ese momento, Anita, como ya había previsto, le abandona por otro de sus compañeros, por uno más ambicioso y trepa como ella.
Ella le echa en cara a Paul lo que la mayoría de los hombres le echan en cara a las máquinas: contigo me siento inútil.

Se plantean en el libro dos problemas principales:
* El sistema de clasificaciones, el coeficiente intelectual, y las pruebas de capacidad como puerta para acceder a ciertos empleos y, sobre todo, a las altas esferas. Podríamos hablar de meritocracia.
En el libro aparecen numerosos personajes de calificación baja que, contrariamente, demuestran habilidades geniales en diversos campos. Un exámen puede demostrar lo bien que memoriza una persona, en un tema más abierto puede demostrar algo sobre el profesor que lo califica quizá, pero no tiene por qué demostrar inequivocamente limitaciones o que luego esa persona de tan altas calificaciones sea capaz de sacarles más provecho útil.

* Las máquinas bajan los costes de la producción, disminuyen los errores... pero hacen la competencia a los humanos.
- Las máquinas son esclavas.
- ¿Y qué hay de malo en ello?
- Que hacen la compentencia a los hombres.
- ¿Y qué hay de malo en ello?
- Que quien tiene que competir con esclavos, tiene que ser como un esclavo.


La tónica general entre la gente que no tiene uno de los pocos puestos aún no cubiertos por los automatismos es un sentimiento de hastío e inutilidad.

Al final del libro se monta una minirevolución que sólo logra triunfar en una ciudad, inmediatamente sitiada por el gobierno a la espera de rendición.
Dentro de la zona acordonada, donde todas las máquinas han sido destruídas sin criterio alguno, la gente se siente por un momento feliz, por un momento se sienten útiles y vivarachos, sus cerebros empiezan a trabajar creativamente tras mucho tiempo para volver a componer máquinas y automatismos...

Y es que crear es divertido, pero cuando se acaba la plastilina, toda ella convertida en figuritas... acuden el hastío y el aburrimiento. Y entonces, puede ocurrir que agarremos todas esas figuritas y las aplastemos de nuevo en una bola, obteniendo así otra vez material para crear y seguir sintiéndonos con metas y cosas que hacer.

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