miércoles, 23 de julio de 2014

El sacrificio

Estaba leyendo en el sillón, cuando noté un cosquilleo por el cuello. Me pasé la mano y atrapé una hormiga.

En la terraza había una teleraña cutrona y deshilachada sobre la que, cuando pegaba bien el sol, estaba plantada la araña de 1 centímetro de cuerpo que la regentaba.

Ya con el sol bajo parecía haber terminado su jornada laboral y allí no habia nadie. Pero al echarle la hormiga, no tardó en acudir desde un recoveco para envolverla rápidamente en una pelusilla blanca, y llevarse el capullito resultante con el almuerzo a su guarida. Le llevó como 1 minuto el proceso.

No es que me gusten la arañas, pero menos me gustan las moscas.
...
Pero esta historia tiene segunda parte.

Por la noche salí descalzo a la terraza, a oscuras, contemplando las estrellas y con los cascos con música puestos.
Al rato noté algo subiendo por mi pierna, me lo quité de un manotazo, y no tardé en volver a sentirlo por el pie. Tras quitármelo de nuevo, temiéndome lo peor - ¡No se habrá atrevido!- salté al interior y encendí la luz.

Y allí estaba la araña en el suelo de la terraza. Tuve suerte de que no me picara y ambos tuvimos la suerte incial de que no la pisara, pero al final la aplasté con un madero.

Parece ser que era la misma araña que vivía en la esquina donde arrojé la hormiga horas antes. Hay más arañas de su especie en otras esquinas, pero aquella guarida se ha quedado definitivamente vacante.

2 comentarios:

Borobia dijo...

De pequeña hacía lo mismo, pero por "curiosidad científica". Cazaba hormigas o arañas para lanzarlas a alguna telaraña con arañota conocida, de ésas a rayas amarillas y negras.

Al principio sólo lo hacía para ver cómo salía la araña disparada en busca de su presa, luego para cazar a la susodicha con un vaso para mi colección de bichos -en tarros de vidrio- que guardaba en mi habitación.

Herel dijo...

También he capturado arañas y opilones en frascos de vidrio. Al reunir a varias se acaban devorando entre ellas, y sólo quedaba una.