El típico truco de cartas en el que el mago adivina la carta elegida al azar por un espectador podría dividirse en dos fases:
1. El mago se las ingenia para que el espectador elija la carta que él ha decidido de antemano y no otra. Ésta fase es invisible, son los preámbulos y preparativos.
2. El mago teatraliza la adivinación, simulando que aún no conoce la carta y que la revelación llegará tras un aparatoso ritual, que constituye el espectáculo de magia en sí.
En uno de estos trucos, el mago mezcla la baraja con la carta elegida devuelta en su interior, pero sin perderla nunca de vista, y la corta por la mitad invitando al jugador a que elija uno de los montones.
Si el montón elegido es aquel en el que el mago ha infiltrado su carta, la elección del espectador significará que ese montón se salva y se descarta el otro. Si, por el contrario, la carta estuviera en el otro montón, el mago interpretaría una elección de descarte.
El motón que se ha salvado se vuelve a cortar en dos y se repite el proceso, sin que el mago mantenga necesariamente el criterio del turno anterior para salvar o descartar el montón señalado. Cuando le convenga, el dedo del espectador estará señalando lo que se salva, y cuando no, lo que se elimina.
El ilusionista sabe en todo momento en qué lado ha colocado la carta objetivo, y avanza hacia ella.
Es tan descarado que no se puede hacer con una baraja entera o cualquiera se daría cuenta de que es el mago realmente quien elige. Por tanto, se ejecuta el truco eliminando antes muchas cartas, dejando pocas opciones. Así hay más probabilidades de que no haga falta cambiar el criterio, y de todas formas también se puede disimular el cambio variando un poco las preguntas para emborronar similitudes:
"
Elija un montón"...
pues lo descartamos / pues lo salvamos.
"
¿Cuál de estos montones cree que eligiría yo?"...
pues muy buena intuición, salvado / pues entonces éste para mí y el otro para usted.
"
Si tuviera frío, ¿cuál de estos montones elegiría para hacer una hoguera?"...
pues lo quemamos / pues lo guardamos para la hoguera.
A veces el truco no sale, y no sabes si es que realmente le ha salido mal al mago, o es que es parte del espectáculo para crear en el espectador "chafamagos" una falsa sensación de victoria cuando en realidad todo sigue bajo control. Tras la pequeña payasada del fallo el mago insiste, simula meditar qué es lo que había olvidado hacer, y al final la carta sale de debajo de la mesa... porque era muy tímida, pero sale, de donde sea.
Papandreu anunció un referendum (que no hubiera sido a su vez sino un montón bicapa constituído por dos cartas ya elegidas, habiendo eliminado el resto de la baraja) hace unas semanas, y el mago dijo que se descartaba ese montón. ¡
El Show de Truman! (*)
Pero el tiempo hace olvidar rápidamente, y para el siguiente espectáculo de "adivina la carta democráticamente" pocos se acordarán de los criterios irregulares del truco anterior.
De todas formas, podría darse un sistema auténticamente democrático donde el mago no interpretara la elección del espectador a su conveniencia, donde se dejase claro cuál se elije y cuál se descarta.
Daría lo mismo porque... ¿véis estas cartas?
Parecen todas distintas...
... ¡pues por detrás son todas iguales!
(*)Truman es libre de salir de su ciudad... pero, cada vez que intenta esa posibilidad, surge algo que se lo impide: la carretera está cortada por un gran incendio, por una fuga nuclear...
El agente-actor "mejor amigo de Truman" acecha con el kit de cervezas y camaradería, listo para intervenir cuando sea necesario consolarle y reconducirle hacia el guión.