domingo, 9 de noviembre de 2008

magosto

Este fin de semana estuve por la Batuecas, en la zona sur de Salamanca, lindante con Las Hurdes cacereñas. Zona de pequeños pueblos de entramado de madera, rocas graníticas, bosques de castaños, montes y montañas. Un entorno dominado por la Peña de Francia, que debe su nombre a las repoblaciones que antaño se hicieron con población francesa (y no porque sea "tan alta que se ve hasta Francia", como alguien dijo...).

Hicimos un par de rutas: desde La Alberca hasta el monasterio eremita de las Batuecas, enclavado en el principio de un cañón angosto de bastiones de roca con recovecos y pinturas rupestres... muy deterioradas y enturbiadas por otras pinturas "gamberrestres" superpuestas encima. Pues sí, la gente no tiene cosas mejores que hacer que pintar encima su nombre.

Había un variedad arbórea increible, a parte de que jamás había visto tantos y tantos madroños, me puse fino, aprovechando la ocasión, a pesar de que el madroño no es un fruto demasiado sabroso. Pero es que no puedo resistirme, cosa comestible que me encuentro por el campo, cosa que engullo sin piedad... el instinto primitivo.

También hicimos la Ruta del Agua entre Mogarraz y Monforte, un precioso trayecto entre castañares y robledales, de hojas ocres, amarillas y doradas en esta época, donde pululan "robasetas" y "robacastañas". Una buena época para recolectar manjares del bosque. Como se nos olvidó llevar bolsas, usamos los bolsillos para recolectar las castañas, y acabamos con las piernas cual muñeco de Michelín.

En la plaza mayor de la Alberca se celebraba un magosto, esto es: una fiesta pública en la que se asan castañas que se ofrecen a la gente. Si no tienes cucurucho, en una dependencia del Ayuntamiento te lo daban; haces la cola, y cuando te llega el turno te lo rellenan de castañitas recién hechas.
También nos encontramos con el famoso cerdo común, que en este caso era una cerda. Es un gorrino que deambula suelto por las calles de la Alberca alimentándose de lo que encuentra por ahí y la gente le echa, y recostándose en cualquier lado a sestear cuando acaba cebado. Al final lo sortean entre los del pueblo. Muy gracioso el animal, y de gran éxito entre las hordas de turistas que acuden a este pintoresco pueblo.

Y la pifia: me llevé la cámara de fotos... pero sin tarjeta, de modo que sólo pude hacer unas pocas fotos a baja resolución con la memoria interna de la cámara, de unos pocos megas. Así que tendré que esperar a que E. me pase sus fotos, pues me tomé prestada su cámara contínuamente.

2 comentarios:

juan rafael dijo...

Pues cada vez te alejas más.
A pasarlo bien!

Herel dijo...

Hombre, haciendo noche te puedes alejar más. Si no, pierdes el día en el coche.