lunes, 24 de noviembre de 2008

Estaba por los cerros de Úbeda.

Úbeda, en Jaén (Haén), tierra de montañas y olivos hasta donde alcanza la vista. Hay olivos plantados en los llanos, en las pendientes, en los montes, en las montañas, en las paredes, en los tejados; en los salones de las casas donde cae algo de tierra de los zapatos también plantan olivos.
Y es que tierra sin olivo es tierra desperdiciada donde bien podría haber un olivo.
Por las cercanas sierras estuvimos buscando un cueva. Desde aquí se divisan por todos los horizontes las estribaciones del sistema Subbético, y hacia el sur Sierra Nevada, nevada mismamente, con sus cumbres por encima de las nubes.Aquí había una pequeña covacha, con dos perros a su custodia: éste de la foto, muy guapo cuando no enseñaba los piños, y otro más enano que no asustaba tanto, pero lo intentaba.
De todas formas este agujerucho no es lo que buscábamos.
Tras subir la montaña por un lado y bajar por el otro llegando de nuevo al pueblo. Este pastor alemán, sosegado, asomado al ventanuco de una buhardilla, nos indicó que nos habíamos pasado, y debíamos volver al punto de partida.

Nos cansamos de buscar y nos fuimos a otro pueblo de la zona, donde construyen castillos en las nubes... y "camas en el mar".Aquí sí que hay una cueva interesante, con escalatitas y esgalamitas, detrás de una especie de murallita levantada en el nicho del farallón... pero... cualquiera sube hasta ahí. (Por lo visto el modo de acceder es descolgarse con una cuerda desde arriba)
Al otro lado del paredón una falsa cueva.El edificio que más me gustó de Úbeda:

Psch psch.¡Súbete a lehpectrum cohonah'! A la una, a la dáh, a la tré.