martes, 24 de abril de 2007

la última parte del sueño de hoy

Estaba en una mesa de 8 yo solo, en un restaurante sudasiático (pero de especto normal y corriente). Mi mesa estaba justo a la entrada y dispuesta transversalmente a ésta; y yo mirando hacia el cristal. Había cortinillas echadas por fuera (estaba cerrado) y levanté la vista cuando alguien desde fuera se aproximó y las agitó. Había gente fuera... como esperando.

Desde dentro el cristal me servía de espejo. Detrás de mí había otra chica en una mesa de 8... ¡menos mal! menudo apuro ser el último cliente. De los camareros ni rastro, habían desaparecido... se habrían ido a dormir, ni sabía la hora que sería, pero era de noche. Yo me entretenía con papeles y rotuladores, y me preguntaba qué hacía la chica de atrás inmóvil y concentrada, como leyendo algo. Pensé que podría aprovechar el tiempo para copiar la carta (por las recetas).
Entonces apareció un camarero y la retiró, pensé que vendría a echarnos ya, pero no... ¡los postres!
Empezaron a llegar más camareros y más clientes. Afuera se hacía de día. Abrieron una entrada lateral que daba a un bar repleto de gente alternando.
Una guiri le dijo al camarero primero que hablaba muy bien español, y yo pensé "sí, modula muy bien y tiene buena voz... pero es que es español".
Dije que no quería postre, me quería ir, y lo tuve que repetir tres veces ante la insistencia y sorpresa del camarero. Pedí la cuenta.
Me giré y ví a la chica de atrás... ahora con otro ángulo... era más bien una señora, eso de ver sólo el pelo enagaña.

Llegó la cuenta... 120.000 Euros y pico (120 euros al cambio del sueño). Protesté, dije que era demasiado para una comida de una persona. Uno de los camareros alegó que me habían puesto carne de la buena buena. Seguí protestando y negándome a pagar, le dije que me trajera una cuenta detallada, y no sólo el total. El que había traído la cuenta se la llevó para revisarla.

Los dos camareros que estaban a mi izquierda empezaron a hablar sobre la vida de uno de ellos... pobre... se reía de su desgracia. Yo hacía como que no me enteraba de nada para que ellos siguieran hablando, y yo con el radar puesto...
Había un chaval bastante sentado en un lateral de la escalera de tres escalones que dividía el restaurante en dos zonas, la más interior estaba más elevada. Empezó a hablar y pensé que se dirigía a mí, de modo que me levanté de la mesa y me acerqué a él.
Llegó el camarero con la cuenta, le hice un gesto de que parara al chaval y volví a sentarme en mi mesa. La cuenta tenía ahora un cero menos y un 2 tachado convertido en otro cero, ahora 10.000 y pico... 10 euros y pico (traducciòn según el cambio del mundo del sueño). Ahora sí.

Me volví a levantar y el chaval de la escalera retomó el rollo que me quería contar; me puse a su derecha y noté que ese lado de la cara lo tenía algo deforme, y como me empezaba a dar grima mirarle, y viendo que el otro lado lo tenía algo mejor, me puse a su izquierda. Pero según iba hablando, su rostro se iba deformando: se inflaba, le salía papada, su boca se hacía grande de labios gruesos, no sé ni cómo lograba hablar. Su lengua estaba descarnada y consistía en una especie de esqueleto como las "espinas" de la raya. Las cuencas de sus ojos estaban vaciadas y agrandadas, se veía la carne interior de forma impúdica.

Cada vez sentía más repulsión al tener que mirarle. Entonces se levantó, me sacaba una cabeza. Me dijo con orgullo algo como "Yo soy así porque quiero" o "Yo soy así porque yo me he hecho así".
Con el rabillo del ojo ví lo que salía del baño y no quise ni mirar. Eran sus amigos, todos se habían arrancado trozos de cara y lucían estructuras óseas vistas, pero no las naturales de un cráneo, sino con protuberancias extrañas como si fueran dinosaurios o renos. Noté unos golpecitos en la nuca, y sin mirar ya sabía que era uno de ellos intentando llamar mi atención tocándome con las protuberancias. Salí del restaurante, era de día, la calle estaba llena de alterados como ellos envolviéndome, que me miraban como si yo fuera un atrasado... tú no te atreves. Parecía ser una nueva moda.

Al fín me despegué y dejé atrás a toda esa gente. Iba muy feliz, sintiéndome ligero, caminando por una calle adoquinada irradiando resplandores a la luz del amanecer. Me sentía feliz por ser distinto, por ser inmune a modas dañinas.

En ese momento sonó el despertador, que hizo lo suyo, y me desperté. Pero a continuación escuché un chop chop chop a mi izquierda, un sonido cercano y gutural. No quise mirar en esa dirección por unos segundos.

8 comentarios:

Zuviëh dijo...

A veces los sueños te hacen dudar de la realidad. A mí me ha pasado muchas veces, pero jamás olvidaré cuando de peque soñaba que me habían comprado un vestido y luego lo buscaba por toda la casa. Qué decepción la mía.

Herel dijo...

Bueno, el caso es que este sueño sí que tiene que ver con la realidad. La gente que te deslumbra de lejos... de cerca no es pa' tanto.

Otratazadecafe dijo...

Y sin embargo hay gente que de lejos ni fu ni fa y luego de cerca gana mucho.

Tiene gracia esto de los sueños, estás soñando que te rodean personas con los huesos por fuera y en lugar de asustarte te sientes feliz de ser diferente, como salir de una pesadilla dentro de la pesadilla.

El último párrafo es bastante inquietante...

Herel dijo...

Feliz cuando me quedé solo. Antes lo que sentía era miedo de que notaran que me daban asco.

jobu dijo...

No es bueno ir a cenar a orientales y enseguida ir a dormir, las pesadillas son terribles.

Herel dijo...

Si es que ya te lo dije Jobu...
¡ASÍIIII ASÍIIIII!! ¡¡¡ CUIDAO CON EL CHINO QUE ES MUY CHUNGOOOOOOOO!!!
:D

Quiero ser como tú dijo...

qué mal rollo, no? y el chop chop chop? continuará?

Herel dijo...

Me temo que no. Jamás sabré qué era el chop-chop.