martes, 9 de diciembre de 2008

el viejo profesor

Rafael avistó a aquel tipo en la calle, al poco de salir de su casa, y rápidamente le reconoció. Cómo se llamaba... aquel antiguo profesor de matemáticas ¡Manolo Díaz! Qué personaje, era todo un showman en sus clases, alternando explicaciones con chistes malísimos, siempre los mismos, pero no por eso dejaban de tener gracia en boca del Manolo.

Pero los años habían pasado, el profesor estaba ya muy mayor, seguramente jubilado... cuando tropezó y cayó al suelo.
Rafael corrió presto al socorrerle, ayudándole a levantarse.

-Tranquilo, tranquilo... no se preocupe, soy un antiguo alumno suyo.
El viejo levantó las pupilas acuosas, clavando su mirada un tanto perdida y lejana en el rostro de Rafael, y éste sintió en sus carnes el horror de la vejez y la debilidad de aquel hombre. Sintió una lástima inenarrable. No podía dejarlo así.

-Dígame dónde vive, le llevaré a su casa.

El antiguo profesor de matemáticas, logró decirle correctamente la dirección, obedeciendo. El ex alumno paró un taxi y adentro le metió.

Para su sorpresa el piso parecía recién estrenado, como si el profesor se hubiera mudado recientemente. Cajas de embalaje y muebles recién comprados sin montar acumulados por todas las habitaciones. Su buena acción del día aún no había terminado, Rafael era un manitas, y no le importaría perder la tarde por un pobre hombre desvalido.

-¿Tiene una caja de herramientas?
-Sí, sí, creo que debe de estar en el armario de la cocina.

Dicho y hecho, así empezó el chaval a montar muebles, colocarlos, e incluso le instaló el sistema operativo en un ordenador sin estrenar, junto con algunos programas útiles.
A las tres de la madrugada regresó a su casa.
...

El señor Manolo acababa de volver del gimnasio, de su clase de kárate. El piso estaba realmente sucio. Lo cierto es que no le apetecía nada hacer la limpieza y el polvo campaba a sus anchas, los platos sucios se acumulaban en el fregadero y la comida podrida en la nevera. No le apetecía limpiar pero algo había que hacer o le comería la suciedad.
Se sentó en su estudio, apartando algunos papeles, sacó su clasificador, con las fichas de antiguos alumnos y fue pasándolas tratando de recordar rostros hasta que encontró el sujeto ideal.

...

Susana salía esa mañana de su casa cuando de pronto reconoció a su antiguo profesor de matemáticas por la calle. El probre hombre había envejecido mucho, seguramente ya se había jubilado...

-¿Dónde tiene la fregona? ¿Tiene útiles de limpieza?
-Sí, sí, creo que deben de estar en el armario de la cocina.

2 comentarios:

humo dijo...

Qué morrazo, el tío.
Aunque cambiar de casa a esas edades no me parece una idea muy feliz...

Herel dijo...

Supongamos que ya le había pedido favores a todo el barrio, y ya no colaba con nadie de esa zona... :D