lunes, 30 de julio de 2007

San Petersburgo

Mis impresiones de Rusia son muy parecidas a las de J.Coltrane en su crónica de Moscú.
Los controles de aduana: me esperaba un registro más exahustivo, y en cierto modo lo es en cuanto a papeleo, pero los equipajes no abrieron ninguno.
El trayecto de tren desde Helsinki discurre entre frondosos bosques de lo de siempre. Controles de pasaporte rápidos de los policías finlandeses, y luego de los rusos, que se lo llevan directamente. El tren se detiene bastante tiempo en la frontera, mientras ves por la ventanilla cómo los policías rusos salen con cajas llenas con todos los pasaportes de los viajeros. Posteriormente el tren arranca y te los van devolviendo.
Antes de viajar a Rusia hay que soltar 30 € para que te manden una invitación desde alli, desde el alojamiento mismamente; luego llamar al "teléfono erótico" del consulado hasta que consigues que te atiendan para pedir una cita. Cita a la que acudes estando muy atento, porque el de la puerta no habla ni papa de español y va leyendo nombres de forma un tanto despistada y mal pronunciados. Una vez dentro dejas tus pasaportes y te incluyen una nueva hoja de visado ruso por 35 €.
Los alojamientos son muy baratos, a nosotros nos salió por 10 € la noche en un hostal cercano al metro Park Pobedy. El hostal no era de mucha calidad, estaba en la cuarta planta de un edificio de aspecto destartalado, sin ascensor. Ni los baños ni las duchas se podían cerrar bien, la cocina era pequeña y más de una vez estaban las mesas totalmente ocupadas. Y la seguridad, digamos que no se hacían responsables de los robos (como en cualquier hostal de cualquier lugar del mundo).
Nada más llegar hay que registrarse en inmigración (aunque vengas de turista), pero los trámites te los resuelven en el hostal (van incluídos en los 30 € que soltaste para la invitación).

Al llegar a San Pertersburgo te sientes un poco desconcertado por el alfabeto cirílico, aunque en cuanto empiezas a traducir las letras descubres que el ruso está plagado de "extrangerismos" y que puedes entender o deducir muchas cosas. Curiosamente, hay mucho galicismo, palabras que están calcadas del francés, pero no en escritura, sino en pronunciación. Por ejemplo "toilet" se dice en ruso "tualet".

Allí prácticamente nadie hablaba inglés, salvo las generaciones más jóvenes, especialmente los chavales que trabajaban en lugares de comida rápida.

Las estaciones de metro se componen de un vestíbulo con varios pasos estrechos y uno ancho, por el que debes de pasar si llevas equipaje comprando una ficha especial más cara. Para viajes normales, lo suyo es comprar una tarjeta de viajes e irla recargando, así sólo te cobran una vez la tarjeta.
A continuación te encuentras con unas escaleras mecánicas larguísimas que descienden unos 30 metros hacia las profundidades de la tierra, sin tramos intermedios ni paradas, y hay que decir que, en comparación con el metro de Madrid, éstas escaleras van muy rápido.
La gran profundidad a la que se encuentra el metro se debería a que se ideó con un doble uso: transporte y refugio anti-bombardeos. O quizá para salvar el nivel acuoso de los canales y los pantanos sobre los que se levantó la ciudad. Al final de la escaleras hay dos casetas estrechas, en una de las cuales se encuentra una señor mayor metida como una sardina en lata. La mayoría estaban medio dormidas, dando cabezadas, y es que el trabajo de vigilar las escaleras es monótono de narices. En los museos, las vigilantas eran prácticamente todas también señoras mayores, y mismamente luchando por no dormirse. Supongo que este tipo de trabajos se los reservará el Estado para ellas. Se ganan la pensión con un trabajo tranquilito... y soporífero.
Los trenes del metro también viajan a mucha velocidad, y con una frecuencia impresionante: no tienes ni que esperar un minuto para que aparezca el siguiente convoy. Es sin duda el mejor medio para desplazarse, y de hecho a todas las horas que lo hemos cogido, iba lleno de gente.

Otra experiencia curiosa es la de coger un taxi. Naturalmente, íbamos a negociar el precio primero, ¡que somos turistas pardillos! Para pararlo te sitúas al borde de la carretera y dejas el brazo extendido con la palma abierta, pero no hacia arriba como si saludases, sino hacia abajo.
El primero que nos paró sabía algo de inglés (los números) y nos pidió 300 rublos. No. El segundo se negaba a pactar precio aunque al final dijo 200 rublos. No.
Por último nos paró un coche particular, un vehículo pequeño y antiguo conducido por un hombre de aspecto afgano. ¿taxi? asentimiento. Éste no tenía ni papa de inglés y sólo decía "¡Sto! ¡Sto!" Le enseñé dos billetes de 50 rublos y asintió. Vale, 100 (era lo máximo que estaba dispuesto a pagar y, mirando el diccionario posteriormente, resulta que "sto" era precisamente 100). Y es que había leído en algún sitio que con 100 rublos (unos 3 €) te podían llevar a cualquier lugar de la ciudad, y en este caso que el lugar estaba cerca, no era para pagar más.
También existen tranvías, trolebuses y autobuses, tanto los oficiales como los privados. Al igual que ocurre con los taxis, que cualquiera que pase con su coche puede parar y ejercer de taxista, algunos cogen su furgón, le ponen un numerito igual a la línea de autobuses que pretenden imitar y mismamente le adjuntan la tarifa que cobran. La ventaja que tienen estos últimos autobuses es que, sin salirse de su recorrido, te dejan donde tú indiques, sin necesidad de llegar a la siguiente parada.

El tráfico es caótico. Te encuentras todo tipo de vehículos circulando, desde impresionantes coches de ricachones y pijos, hasta cacharros antiguos y agónicos de la época comunista. Y las normas se respetan poco, algunos se saltan los semáforos, en algunos cruces se forman tapones entre los que van en una dirección y tienen el disco abierto y los que se colaron a última hora desde la transversal o aprovechan el embrollo para meterse al mogollón, atascos kilométricos, frenazos... vamos que el tráfico se asemeja más al que estoy acostumbrado a ver.

Las calles están saturadas de cables tejidos entre las fachadas de los edificios. Para las líneas de corriente de los trolebuses y para colgar las señales de tráfico y los semáforos, que cuando sopla viento se bambolean como ropa tendida con pinzas.
Y otra cosa: la mayor parte de la gente llevaba los cristales laterales del coche tintados de negro. Esto es: ellos podían ver hacia fuera, pero desde fuera no podías ver a los ocupantes, salvo que te acercaras mucho.

Mucha policía y militares por las calles, de aspecto ocioso, algunos entrando en las tiendas 24 horas a comprar.
Estas tiendas están abiertas hasta muy tarde (quizá toda la noche) y la entrada suele ocupar muy poco en la fachada. Es únicamente un portal por el que desciendes unas escaleras, o las subes, y entonces ya llegas a varias habitaciones concatenadas con tiendas de bebidas y alimentación en general, siendo cada sector independiente en cuanto a cobro aunque no haya puertas. Muy útiles para hacer la compra a horas intempestivas.
También leí que la policía se ganaba sobresueldos chuleando a la gente, pidiéndote el pasaporte e inventando cualquier excusa para cobrarte unos rublos por devolvértelo. Afortunadamente no nos paró ninguno, aunque más de una vez miré con recelo "que no se acerquen, que no nos miren". Los uniformes no me gustan nada. Los de la policía urbana y del metro parecen unos monos arrugados de la serie "V", y los militares llevaban unos gorros de cubierta plana excesivamente grande, algo ridícula, parecían niños que se habían puesto el gorro de una persona mayor.

La moneda en Rusia es el rublo, y existe una unidad inferior que es el kopek. Pero por lo visto el dinero allí se ha venido devaluando muy rápidamente. De hecho los billetes anteriores a 1997 no valen, y no es tontería comprobar la fecha de cada papel cuando te dan un cambio. Al final resulta que los kopeks ya no sirven ni para comprar pipas, las monedas apenas se usan, y hay billetes que apenas valen nada. El de 5 rublos equivale a 15 céntimos de euro, el de 10 a 30 céntimos... La cartera se te llenaba de billetes con facilidad y, aunque aparentemente tenías mucho dinero, en la práctica tenías poquísimo.

Las chicas hipercoquetas, andaban imaginándose que caminaban por una pasarela, y te sonreían incluso doblando la cabeza. Parecía que daban el paseo para lucir palmito y flirtear. Y la pasarela por excelencia era Nevsky Prospekt. Estoy seguro de que se recorrían la avenida de un extremo a otro, y luego volvían otra vez. Vueltas y vueltas.

Hicimos una visita en barco por los canales, con explicación en ruso. Junto a los puentes se sitúan las guías anunciando con altavoces los tours. Como no entiendes el idioma, y al igual que ocurre cuando escuchas la megafonía del metro, te imaginas que son eslóganes comunistas tipo "1984" o "Un mundo Feliz": "La producción de cebada de este año ha sido superior en un 5%", "Nuestra nación ha ganado la guerra contra Oceanía", "sonreid", "servir al líder da la felicidad"...
Cuando su barco se llena, se montan y vuelven a dar voces, pero ésta vez a los turistas. Todos los tours estaban en ruso, no había elección. En cuanto alguien aprenda inglés se forra.

Otra cosa muy típica de allí son los "tours de boda". Había parejas de novios a diestro y siniestro acompañados del fotógrafo y de su grupete de amigos íntimos emperifollados, haciéndose fotos por los canales y los parques. Aquello llegaba a ser exagerado en algunas zonas especialmente deseadas para los retratos, el césped plantado de novias, y en la carretera las limousinas esperando una detrás de otra. Es algo parecido a los Jardines del Moro del Palacio Real de Madrid, donde la acera queda obstruída por los coches que aparcan encima (pues en esa calle no se puede aparcar), de los novios y familiares que van a hacerse la foto.

En cuanto a la temida inseguridad, seguro que habría, pero yendo seis digamos que no nos tocó a nosotros padecerla. Salvo un episodio frustrado en el metro. Al abrirse las puertas del vagón entró violentamente un grupo de tíos que aparentemente estaban peleándose con otro; éste se avalanzó en medio del mogollón contra un amigo... pero antes de que se cerrasen las puertas salieron todos juntitos como si no hubiera pasado nada, vamos que les miré fijamente a las caras y estaba claro que iban todos juntos y la pelea había sido puro teatro. Intentaron robar algo, pero no lo consiguieron y abortaron. Llevaba la bolsa cerrada y bien cogida, y tal vez se dieron cuenta de que no iba solo.

Estuvimos tres días y al cuarto nos volvimos para Finlandia. Saliendo por la frontera, lo mismo que en la entrada, nos quitan los pasaportes, se los llevan en una caja, y nos preguntan si tenemos divisas que declarar o si hemos comprado antigüedades. No se puede sacar ni dinero ni objetos antigüos de Rusia, y de hecho cuando se compra algo susceptible de tener antigüedad, hay que exigir el ticket de la tienda para poder demostrar llegado el caso que es artesanía reciente y no un saqueo.
Supongo que en aeropuerto el control será más feroz, porque en el tren el registro es puramente aleatorio. Abren una o ninguna mochila por vagón.

Las escaleras del hostal.


Dos bandas de mafiosos haciendo negocios a la orilla
de un canal, con sus cochazos aparcados al lado,
y a escasos metros de los bañistas.
-¿Qué tal la familia?
-Bien, ¿Has traído la mercancía?
-Sí, ¿y tú el dinero?
-Vladimir, un tío nos está haciendo una foto.
-Cárgatelo.


Como llueve mucho, tienen tendidas todas las
señales de tráfico y las lámparas, para que se sequen.


En este discreto edificio está la entrada de metro de Nevsky Prospekt.
¿O era la estación de Pepsi Prospekt?


Publicidad antigua (estaba en un museo, no en la calle)


Los que no tenían un BMW, tenían esto.


Estación de metro de Electrosila.


Iglesia de la sangre derramada, llamativa por... tener
todas las cruces orientadas en la misma dirección.
Sólo por eso.

domingo, 29 de julio de 2007

Tuulien teitä

Lasken matkaan leijan kauneimman.
Se saa lentää tuulien teitä.
Toivo nousee yli ulapan:
Anna rauha. Varjele meitä.
Anna rauha. Varjele meitä.

Laitan matkaan toiveen kauneimman.
Se saa lentää tuulien teitä.
Pyyntö kantaa yli maailman:
Anna rauha. Varjele meitä.
Anna rauha. Varjele meitä

Lasken matkaan leijan kauneimman.
Am - Em - F - F
Se saa lentää [] tuulien teitä.
Dm - G - Csus4 - C
Toivo nousee yli ulapan:
Am - Em - F - F
Anna rauha. [] Varjele meitä.
Dm - G - Am - Am
Anna rauha. [] Varjele meitä.
F - G - Am -Am

Composer: Jukka Salminen
Lyrics: Pirkko Arola
Musica: ensayo de coro en Jyväskylä

viernes, 27 de julio de 2007

por Finlandia, tres primeros días.

Primer día: Helsinki
Nada más llegar nos sacamos la Helsinki Card para dos días en el mismo aeropuerto, que brinda el uso gratuíto del transporte público, la entrada a muchos museos y el uso del ferry a la isla de Suomelinna. Luego nos montamos en el autobús que nos dejaría en la estación de tren, cerca de nuestro alojamiento en una peninsulilla llamada Katajanokka. De todas formas usamos el tranvía 4, por ir con las maletas.
Lo primero que llama la atención es la férrea limitación de la velocidad en todas las vías, son escasos los tramos en los que se puede ir a 120, y sólo en autopista lejos de ciudades y fuera de zonas de incorporaciones, y además, la gente respeta los límites. En las autopistas de entrada 60, y en ciudad 50 o 40. El tráfico discurre de forma tranquila y paciente, apenas hay maniobras violentas ni ansias por adelantar. Aunque esto lo veríamos mejor días más tarde cuando alquilásemos la fregoneta del Equipo A.
Lo segundo es lo guapas que son las chicas, y lo grandes que tienen las t... el alojamiento estaba genial, eran tres miniapartamentos, que ya quisiera yo para vivir, situados en la calle Luotsikatu (katu significa calle en finlandés, es decir: la calle Luotsi-calle), que no salieron nada bien de precio, no. Todo estaba automatizado: con la reserva nos dieron una contraseña, que tuvimos que introducir en un panel para que se abriera un buzón en el que estaban las llaves de los apartamentos. Mientras estábamos fuera, alguien entraba y nos dejaba el desayuno del día siguiente en la nevera; para hablar con "recepción" había que marcar un número de teléfono; para reservar la sauna había que inscribirse en una lista en la puerta. La de puestos de trabajo que se ahorran... y también en las gasolineras; hay muchas en las que no hay absolutamente nadie responsable, ni tienda, ni cafetería, ni aseos, nada, sólo los surtidores. En ellos, unos paneles para introducir la tarjeta de crédito (sólo funcionaban tarjetas finlandesas), aunque alguna que otra que también admitía billetes (afortunadamente). Como podréis imaginar, en las que no había personal la gasolina era unos céntimos más barata. Diesel a 0,987 € la más.

El primer día, o la primera tarde más bien, dimos una vuelta a pata por Helsinki, por el puerto, donde las gaviotas atacaban a los turistas para robarles los helados; otro español que andaba por ahí fue la primera víctima, y nos sirvió de alerta. Callejeando p'arriba subimos a la terraza del hotel más alto de la ciudad desde la que había una buena panorámica, nos tomamos algo típico, y terminamos en un restaurante típiquísimo lapón que recomendaba la guía de los países nórdicos... guía que M. llevaría durante todo el viaje como una biblia -de gran maestro guiri- para no dejar ni un solo sitio típico-tópico sin visitar. Interior de madera, muebles de madera, tapas del menú de madera, palillos de madera... trajes regionales, reno, alce, frutas del bosque.
En las mesas de al lado franchutes y finlandeses, hablando bajito. Desde ese momento nos dimos cuenta de que fuerámos donde fuéramos, nosotros hablábamos altísimo, y deberíamos controlarnos para no elevar el tono y emitir tantas expresiones guturales.

Nos preguntaron varias veces si éramos italianos (en el restaurante nos dieron directamente la carta en el idioma de Eros Ramazzotti), y al decir que éramos españoles, respondían inexorablemente que habían estado en España: en Barcelona. "No me lo digas, te ha preguntado que si eres italiano y luego te ha dicho que ha estado en Barcelona". Efectivamente. Con los rusos de "San Pepe's Burgos" pasaría tanto de lo mismo. Y es que Finlandia es un país muy repetitivo, se podría resumir en dos palabras: abetos y abedules... y para colmo, ambas empiezan por "abe". (kuusi / koivu en suomi-finés) Muy bonito pero muy repetitivo.

Segundo día: Helsinki
Nos apuntamos en la lista de la sauna y corrimos al muelle a reservar un billete para el día siguiente para Tallín, y luego hacia el ferry para el archipiélago de Suomenlinna, que como su propio nombre indica (el sufijo lina en finés significa fortaleza), constituye un conjunto defensivo de seis islas, todas comunicadas por puentes. Una birria de fortaleza, porque por lo visto estaba mal diseñada.
Pero tenía cosas curiosas: unas murallas con pasadizos oscuros semejantes a cuevas divertidos de recorrer, casi naturales, con estalactitas formadas por la disolución de la argamasa; una zona de montículos con barracas que se asemejaban a la aldea de los Hobbits de Tolkien; paisajes de costa preciosos (hasta que has visto cienmil iguales ¿dicho ya que Finladia es un país repetitivo?); algunas edificaciones rusas (regalitos pre-independencia, también presentes en pleno Helsinki); astilleros; un museo de relleno con una sección para que los niños dibujasen su propia bandera pirata; y un submarino visitable, el Vesikko. Nos contaron que existió otro submarino propiedad de un finlandés, comprado a los rusos. Pero el caso es que éste señor decidió vendérselo a su vez a otro tipo que vivía al otro lado del charco, y se dispuso a llevárselo a domicilio cruzando el Mar Báltico él mismo. El submarino se hundió... tecnología rusa.

Los archipiélagos que brotan frente al continente son muy curiosos: islas de todos los tamaños, algunas minúsculas, en las que no falta su bosquete de abetos y abedules apiñaos brotando de la roca granítica, su casita de madera, su embarcadero y su barca (si está el dueño). Como si cada isla fuera el país de un principito. De hecho hay que alejarse bastante mar adentro para ver una línea de horizonte de mar puro y duro, dejando atrás la barrera de islotes.

Luego, como buenos guiris, y aprovechando los servicios que nos brindaba la Tarjeta Helsinki (sin fecha, luego podría servirnos infinitos días hasta que alguien nos obligara a ponerla) nos embarcamos en una visita en autobús. Toma ya, y todavía no me he jubilado. Nos llevaron al monumento al compositor Sibelius; una macla de tubos metálicos, que algunos dicen imita los tubos de un órgano, aunque parece ser que realmente la escultora se inspiró en lo más típico de su tierra: troncos de abedules, gracias a la versatilidad de lo cual, podría haber destinado la misma obra a momumento a Kimi Räikkönen (inspirada en el tubo de escape del bólido). Fuera para quien fuera, es una escultura bonita, y no como la que han puesto en la nueva rotonda de Guadarrama, en la salida hacia Collado Mediano-Navacerrada (doy la dirección para que vayáis a ad-mirarla).

Visita a la catedral de la Plaza del Senado, en cuya escalinata estaban rodando un capítulo de un exitoso culebrón finés. Un lugareño que había vivido 3 tres años en Perú y hablaba español, nos tradujo el título que lucía en una furgoneta "Amor abrasador" o algo así.

Posteriormente fuimos para el Temppeliaukion Kirkko -¿mande?- una iglesia excavada en la tierra. Preciosa, de paredes de roca viva, algunos refuerzos de piedra, una cúpula circular opaca en el centro y permeable a la luz por el perímetro exterior. Ambientada con una música de órgano (en playback) y coloridos asientos violeta-obispo.

Por la noche salimos por ahí, algunos entraron en un bar de hielo, y otros no. Era un local camuflado en el sótano de un restaurante que no era sino una cámara frigorífica. Por la gracia de tomar una copa entre paredes de hielo y por debajo de los cero grados, aunque no se yo... dentro de los iglús no tiene por qué hacer tanto frío sin necesidad de que se derrita el hielo. En cualquier caso te dejaban unos abrigos al entrar.

Tercer día: Tallín
Tomamos el "catamarán" en el puerto, tras pasar un exahustivo control de aduanas en el que enseñabas el pasaporte, o la tarjeta del Burguerkin', y el funcionario de turno estón del otro lado de la ventanilla asentía mecánicamente... o periódicamente mejor dicho. Si te quedabas parado podía llegar a asentir varias veces. Yo creo que era una cabeza enganchada a un muelle.

El catamarán era un enorme barco tipo vacaciones en el mar, con azafatas rubio platino maquilladas (como las del avión de Finish Air), asientos azules, cafetería-buffet, tiendas duty-free, bar con máquinas tragaperras... "Vacaciones en el Mar". Los baños eran chulísimos, surrealistas, sumidos en una luz oscura azul y con espejos abombados que deformaban fantasmagóricamente el camarote. Pero mejor lo ilustro con una foto al final.

Tallín es una ciudad preciosa, un recinto medieval de edificios encantadores, cada calle una foto. En cuanto a los habitantes, clara minoría y todos trabajando para el turismo (los del interior del conjunto histórico). Algunos, decir que eran unos angustias. De ese tipo de gente que en lugar de expresarse y sacarlo pa' fuera, refunfuñan para adentro diciéndose "¡qué paciencia hay que tener!". Estaba petado de turistas, y los pobres viejecitos apenas podían dar su vuelta en bicicleta sin tener que poner los pies en tierra. En Tallín se trabaja mucho el ámbar y abundaban las tiendas en las que vendían objetos de este material.
Destacar dos cosas: una tienda de gorros de lana de duendecillo -de colores vivos y con cuernecitos con bolas, o terminados en florecillas- , en la que me los hubiera comprado todos si no fuera por el precio. Me llevé sólo uno, y espero que E. me pase sus fotos, para tener al menos una imagen del resto.
El otro lugar era el taller de un artista alemán afincado en Tallín: Ichchus, un extraño portal con un pez con corona enganchado llama la atención desde la calle. Traspasándolo accedes a un patio de cuentos de hadas, o de brujas. Un patio sombrío, ensombrecido por las hojas de altos árboles. Velitas entre la vegetación, muñecos en los tejados, cajas de magia, escaleras retorcidas y sinuosas. Bajando por una entrada se llega al lóbrego sótano donde está la exposición, con pinturas y esculturas usando todo tipo de materiales. En un rincón una chimenea con dos butacas, cortinas... El autor rondaba por allí: callado y serio, antipático, observante. Me encantó el aura de misterio de ese sitio.

En las tiendas había una variedad de cervezas de frutas del bosque como en ningún sitio he visto. De cereza, de frambuesa, de arándano, de grosella... me hubiera comprado una de cada (y llenaría una maleta) si fuera a volverme ya para España.

Al regresar al hotel nos dispusimos a entrar en la sauna, pero estaba ocupada por un tal... resulta que nos habíamos equivocado y reservamos una hora antes de lo que pretendíamos. Pero no importa ya tendríamos sauna para hartarnos más adelante.

Gaviota suspendida en el aire, como una cometa contra el viento,
a escasos metros de la gente. Buscando rapiñar algo.

Bienvenidos a Bolsón Cerrado (Suomenlinna).

Monumento a Sibelius.

Escalinata de la Plaza del Senado de Helsinki, en pleno rodaje del culebrón.
Anna Kätälinnä, mi amol, lo nuestro no puede sel,
te saco 40 años... y eres más repetitiva que un abedul.


Uno de los muchos órganos, en concreto el de la Iglesia de la Roca.

¡Vacaciones en el Mar! Catamarán a Tallín.

Los baños del catamarán. Juro que no había tomado nada raro,
y la cámara de fotos tampoco.

Ichchus, Tallín.

Escalinata en el patio de Ichchus.


Cervezas de "x-berrys".
Me envuelve la nevera entera, que me la llevo.

jueves, 26 de julio de 2007

excusas

Me fuí y dejé los comentarios en modo moderado sin avisar. Y al volver he visto que más de uno se ha extrañado de que no apareciera el suyo. Ya están todos liberados :)

viernes, 13 de julio de 2007

jueves, 12 de julio de 2007

polizón de zapatilla

Al llegar a casa me quité las zapatillas y las golpeé, y empezaron a caer ramitas, pinchitos y semillitas... y un saltamontes liliputiense que de alguna forma había viajado dentro, de polizón, desde la sierra. Y nada, el tío se debía de haber acostumbrado a mí después de tantos kilómetros en mi zapato, pues me lo puse en el brazo y lo cogí con los dedos sin que ofreciera resistencia ni se escapase. Creo que el pobre estaba desorientado...

¿Dónde están mis campos y mis amigos? ¿Qué va a ser de mí? Lo dejé en el alfeizar y al rato ya no estaba. Lo tiene crudo para sobrevivir en la ciudad. Lo siento tío, aquí no hay más saltamontes, sólo cucarachas.
Según avanzabas por la hierba alta brincaban saltamontes de todos los tamaños y colores, catapultándose por los aires, como bailando el Smells like teen spirit de Nirvana, chocando a veces contigo o incluso posándose en tu cara, con la consecuente reacción de "bllllll" -que sea un saltamontes, que sea un saltamontes...-

También había -compartiendo planta con pulgones y hormigas- mariquitas, de esas que si las coges te dejan una caquita en la mano y luego se van volando.
Y arañas, mismamente de todos los colores y tamaños, pero me llamó la atención esta especie: la pa-chula-yo. Y me explico...
Mientras que la mayor parte de las arañas tejen la tela y aguardan escondidas a que caiga la presa para salir a gran velocidad a envenenarla, la pa-chula-yo no. Ésta teje una tela enorme entre dos jaras, bloqueando la senda al paso de los animales grandes (como yo), y encima se coloca en todo el centro, así como diciendo "pues sí, pues sí, esta obra de arte la he hecho yo". Te puedes tirar media hora cuadrando la foto y la tía sigue ahí sin esconderse, posando. E incluso te dice "sácame desde la derecha, que es mi lado bueno". En fín, que se me quitaron las ganas de travesear entre las jaras; estaba el matorral plagado de arañas y telas. Algunas comiendo insectos momificados.

Por último los saltamontes verdes, los más grandes y los más vagos. Los que ví estaban encaramados a unas plantas que mimetizaban con su color. Los verdes arriba sobre las flores y los brotes, y los pardos más abajo entre los tallos y las hierbas resecas. Elijas la planta que elijas, siempre encuentras algún bicho mimetizado escondido.

Y éste es otro que no se va ni a tiros; y por cómo agarra las flores-pelusillas parece que teme que se las quiten. "Largo de aquí, esta planta es mía y sólo mía, mi tesssssoro... ¡fuera o llamo a las avispas!"
Y animales más grandes... es la primera vez que los oigo tan de cerca, y anda que no asustan. Al principio no sabía si eran perros o grajos -que sean grajos, que sean grajos...- Eran cérvidos (como las cabras pero sin cuernos). Qué pulmones tienen, y qué vozarron para hacer ese ruido.

...

En el parking está mi coche solo. Libres 11 en los laterales y 11 en las plazas de en frente. ¿Se han ido de vacaciones o es que mi coche se ha tirao un peo?

miércoles, 11 de julio de 2007

martes, 10 de julio de 2007

amigo

Definición de amigo: Alguien a quien le ilusiona lo que a tí te ilusiona y te devuelve un feedback que a la vez te ilusiona, porque tiene que ver con lo que te ilusiona. Y a la inversa. Un amigo es la mejor valla publicitaria para cualquier producto; cuanto menos, lo que a él le guste te despierta curiosidad.

Definición de persona nula: Alguien con quien no tienes complicidad ni tiene complicidad contigo, alguien que no te interesa para nada. No tiene nada que te motive, nada interesante que contarte, o no lo comparte contigo. Te provoca indiferencia y hastío, no ves por dónde cogerlo. Puedes hablar de trivialidades; ni te molestes en hablar de tí ni en ser subjetivo, no le interesa, y él no te va a premiar contándote algo que te interese.

Definición de amigo interesado: No hay ilusión por la persona en sí; no es sino un puente para cruzar el río, o una balsa para seguir a flote. La falsedad se huele en el aire. Aunque hay muy buenos actores.

Ah, y...
Definición de enemigo: Puede llegar a ser un gran amigo. Después de todo, si tanto te odia es porque te conoce muy bien y comparte tus intereses. También es muy probable que haya llegado a la situación de enemigo porque antaño fue un gran amigo, y siendo así, ya es difícil invertir el proceso.
En cualquier caso, un buen enemigo es más interesante que los dos anteriores, sobre todo si es un enemigo tonto; si es listo te tratará como persona nula y entonces ya no te da jugo.

* Todas estas definiciones no son absolutas, sino relativas al observador. No somos los mismos en todos los contextos ni ante distintas personas.

jueves, 5 de julio de 2007

mudanza con regalos

Pues resulta que hoy soñé con el resultado de una mudanza, y no es por otra cosa que porque hace poco ví todos los bártulos de una, o más bien los muebles y las cosas nuevas bien empaquetadas.

En el sueño, volvía a mi casa después de una boda (boda que será este fin de semana, y no es la mía) con algunos familiares y conocidos revoloteando por ahí, y me encuentro con que los muy capullos de la mudanza en lugar de sacar lo que no valía a la calle y dejarlo en un contenedor, me han amontonado delante de mi puerta una pila de cosas. Una tía desde lejos me advierte que si abro la puerta se cae todo, y efectivamente, estaba amontonado apoyado contra la puerta, de modo que al abrirse se viene abajo el dominó. Abro, sujetando las cosas... y decubro que también han tirado ropa... pero han tenido la delicadeza de lavarla, plancharla y dejarla tendida. Está como nuevo y sobre todo hay pantalones. Así que empiezo a coger todo lo que puedo como loco, para meterme al probador (mi casa).

El problema es que como es un sueño, entrar en mi casa es misión imposible: hay gente por todos lados, las cosas están cambiadas, adentro hay más trastos de la mudanza apilados, ¿el baño estaba a la derecha? ¿había una salida de emergencia directa al exterior? ¿estos vivían en la puerta de al lado?... Total, que al final ni me pude probar la ropa.

Éste es el sonido que buscaba para cierta cosa:
New Order, Elegía

domingo, 1 de julio de 2007

operación: cruzar la Gran Vía

Ayer estaba Chueca rebosante de gente, música y colorido. Escenarios con música, drags bailando, bares que habían sacado las barras a las calles. El día del Orgullo Gay.


El caso es yo iba con un grupete de gente de una Kedada de cierto grupo de programación de videojuegos  y teníamos que cruzar por ahí para ir a noimportadonde.

El primer cruce de la Gran Vía fue fácil, ya estaba en marcha el desfile pero aún no se había colmatado el espacio. El segundo cruce, intentando pasar al otro lado, fue más complicado: una impenetrable sucesión de barreras humanas hombro con hombro dejando un estrecho canal en el centro por el que avanzaban los camiones oscilantes, poniendo a prueba los amortiguadores, cargados de celebrantes bailando y saltando en la parte superior al ritmo de la música, y los desfilantes a pie entre vehículo y vehículo. Y como no, los partidos políticos aprovechando la popularidad del evento para lucir sus banderitas y demostrar al mundo los modernos y tolerantes que son... pero sólo porque está de moda, no por otra cosa.

La solución fácil -imagino- sería atravesar usando las bocas de metro.