Los controles de aduana: me esperaba un registro más exahustivo, y en cierto modo lo es en cuanto a papeleo, pero los equipajes no abrieron ninguno.
El trayecto de tren desde Helsinki discurre entre frondosos bosques de lo de siempre. Controles de pasaporte rápidos de los policías finlandeses, y luego de los rusos, que se lo llevan directamente. El tren se detiene bastante tiempo en la frontera, mientras ves por la ventanilla cómo los policías rusos salen con cajas llenas con todos los pasaportes de los viajeros. Posteriormente el tren arranca y te los van devolviendo.
Antes de viajar a Rusia hay que soltar 30 € para que te manden una invitación desde alli, desde el alojamiento mismamente; luego llamar al "teléfono erótico" del consulado hasta que consigues que te atiendan para pedir una cita. Cita a la que acudes estando muy atento, porque el de la puerta no habla ni papa de español y va leyendo nombres de forma un tanto despistada y mal pronunciados. Una vez dentro dejas tus pasaportes y te incluyen una nueva hoja de visado ruso por 35 €.
Los alojamientos son muy baratos, a nosotros nos salió por 10 € la noche en un hostal cercano al metro Park Pobedy. El hostal no era de mucha calidad, estaba en la cuarta planta de un edificio de aspecto destartalado, sin ascensor. Ni los baños ni las duchas se podían cerrar bien, la cocina era pequeña y más de una vez estaban las mesas totalmente ocupadas. Y la seguridad, digamos que no se hacían responsables de los robos (como en cualquier hostal de cualquier lugar del mundo).
Nada más llegar hay que registrarse en inmigración (aunque vengas de turista), pero los trámites te los resuelven en el hostal (van incluídos en los 30 € que soltaste para la invitación).
Al llegar a San Pertersburgo te sientes un poco desconcertado por el alfabeto cirílico, aunque en cuanto empiezas a traducir las letras descubres que el ruso está plagado de "extrangerismos" y que puedes entender o deducir muchas cosas. Curiosamente, hay mucho galicismo, palabras que están calcadas del francés, pero no en escritura, sino en pronunciación. Por ejemplo "toilet" se dice en ruso "tualet".
Allí prácticamente nadie hablaba inglés, salvo las generaciones más jóvenes, especialmente los chavales que trabajaban en lugares de comida rápida.
Las estaciones de metro se componen de un vestíbulo con varios pasos estrechos y uno ancho, por el que debes de pasar si llevas equipaje comprando una ficha especial más cara. Para viajes normales, lo suyo es comprar una tarjeta de viajes e irla recargando, así sólo te cobran una vez la tarjeta.
A continuación te encuentras con unas escaleras mecánicas larguísimas que descienden unos 30 metros hacia las profundidades de la tierra, sin tramos intermedios ni paradas, y hay que decir que, en comparación con el metro de Madrid, éstas escaleras van muy rápido.
La gran profundidad a la que se encuentra el metro se debería a que se ideó con un doble uso: transporte y refugio anti-bombardeos. O quizá para salvar el nivel acuoso de los canales y los pantanos sobre los que se levantó la ciudad. Al final de la escaleras hay dos casetas estrechas, en una de las cuales se encuentra una señor mayor metida como una sardina en lata. La mayoría estaban medio dormidas, dando cabezadas, y es que el trabajo de vigilar las escaleras es monótono de narices. En los museos, las vigilantas eran prácticamente todas también señoras mayores, y mismamente luchando por no dormirse. Supongo que este tipo de trabajos se los reservará el Estado para ellas. Se ganan la pensión con un trabajo tranquilito... y soporífero.
Los trenes del metro también viajan a mucha velocidad, y con una frecuencia impresionante: no tienes ni que esperar un minuto para que aparezca el siguiente convoy. Es sin duda el mejor medio para desplazarse, y de hecho a todas las horas que lo hemos cogido, iba lleno de gente.
Otra experiencia curiosa es la de coger un taxi. Naturalmente, íbamos a negociar el precio primero, ¡que somos turistas pardillos! Para pararlo te sitúas al borde de la carretera y dejas el brazo extendido con la palma abierta, pero no hacia arriba como si saludases, sino hacia abajo.
El primero que nos paró sabía algo de inglés (los números) y nos pidió 300 rublos. No. El segundo se negaba a pactar precio aunque al final dijo 200 rublos. No.
Por último nos paró un coche particular, un vehículo pequeño y antiguo conducido por un hombre de aspecto afgano. ¿taxi? asentimiento. Éste no tenía ni papa de inglés y sólo decía "¡Sto! ¡Sto!" Le enseñé dos billetes de 50 rublos y asintió. Vale, 100 (era lo máximo que estaba dispuesto a pagar y, mirando el diccionario posteriormente, resulta que "sto" era precisamente 100). Y es que había leído en algún sitio que con 100 rublos (unos 3 €) te podían llevar a cualquier lugar de la ciudad, y en este caso que el lugar estaba cerca, no era para pagar más.
También existen tranvías, trolebuses y autobuses, tanto los oficiales como los privados. Al igual que ocurre con los taxis, que cualquiera que pase con su coche puede parar y ejercer de taxista, algunos cogen su furgón, le ponen un numerito igual a la línea de autobuses que pretenden imitar y mismamente le adjuntan la tarifa que cobran. La ventaja que tienen estos últimos autobuses es que, sin salirse de su recorrido, te dejan donde tú indiques, sin necesidad de llegar a la siguiente parada.
El tráfico es caótico. Te encuentras todo tipo de vehículos circulando, desde impresionantes coches de ricachones y pijos, hasta cacharros antiguos y agónicos de la época comunista. Y las normas se respetan poco, algunos se saltan los semáforos, en algunos cruces se forman tapones entre los que van en una dirección y tienen el disco abierto y los que se colaron a última hora desde la transversal o aprovechan el embrollo para meterse al mogollón, atascos kilométricos, frenazos... vamos que el tráfico se asemeja más al que estoy acostumbrado a ver.
Las calles están saturadas de cables tejidos entre las fachadas de los edificios. Para las líneas de corriente de los trolebuses y para colgar las señales de tráfico y los semáforos, que cuando sopla viento se bambolean como ropa tendida con pinzas.
Y otra cosa: la mayor parte de la gente llevaba los cristales laterales del coche tintados de negro. Esto es: ellos podían ver hacia fuera, pero desde fuera no podías ver a los ocupantes, salvo que te acercaras mucho.
Mucha policía y militares por las calles, de aspecto ocioso, algunos entrando en las tiendas 24 horas a comprar.
Estas tiendas están abiertas hasta muy tarde (quizá toda la noche) y la entrada suele ocupar muy poco en la fachada. Es únicamente un portal por el que desciendes unas escaleras, o las subes, y entonces ya llegas a varias habitaciones concatenadas con tiendas de bebidas y alimentación en general, siendo cada sector independiente en cuanto a cobro aunque no haya puertas. Muy útiles para hacer la compra a horas intempestivas.
También leí que la policía se ganaba sobresueldos chuleando a la gente, pidiéndote el pasaporte e inventando cualquier excusa para cobrarte unos rublos por devolvértelo. Afortunadamente no nos paró ninguno, aunque más de una vez miré con recelo "que no se acerquen, que no nos miren". Los uniformes no me gustan nada. Los de la policía urbana y del metro parecen unos monos arrugados de la serie "V", y los militares llevaban unos gorros de cubierta plana excesivamente grande, algo ridícula, parecían niños que se habían puesto el gorro de una persona mayor.
La moneda en Rusia es el rublo, y existe una unidad inferior que es el kopek. Pero por lo visto el dinero allí se ha venido devaluando muy rápidamente. De hecho los billetes anteriores a 1997 no valen, y no es tontería comprobar la fecha de cada papel cuando te dan un cambio. Al final resulta que los kopeks ya no sirven ni para comprar pipas, las monedas apenas se usan, y hay billetes que apenas valen nada. El de 5 rublos equivale a 15 céntimos de euro, el de 10 a 30 céntimos... La cartera se te llenaba de billetes con facilidad y, aunque aparentemente tenías mucho dinero, en la práctica tenías poquísimo.
Las chicas hipercoquetas, andaban imaginándose que caminaban por una pasarela, y te sonreían incluso doblando la cabeza. Parecía que daban el paseo para lucir palmito y flirtear. Y la pasarela por excelencia era Nevsky Prospekt. Estoy seguro de que se recorrían la avenida de un extremo a otro, y luego volvían otra vez. Vueltas y vueltas.
Hicimos una visita en barco por los canales, con explicación en ruso. Junto a los puentes se sitúan las guías anunciando con altavoces los tours. Como no entiendes el idioma, y al igual que ocurre cuando escuchas la megafonía del metro, te imaginas que son eslóganes comunistas tipo "1984" o "Un mundo Feliz": "La producción de cebada de este año ha sido superior en un 5%", "Nuestra nación ha ganado la guerra contra Oceanía", "sonreid", "servir al líder da la felicidad"...
Cuando su barco se llena, se montan y vuelven a dar voces, pero ésta vez a los turistas. Todos los tours estaban en ruso, no había elección. En cuanto alguien aprenda inglés se forra.
Otra cosa muy típica de allí son los "tours de boda". Había parejas de novios a diestro y siniestro acompañados del fotógrafo y de su grupete de amigos íntimos emperifollados, haciéndose fotos por los canales y los parques. Aquello llegaba a ser exagerado en algunas zonas especialmente deseadas para los retratos, el césped plantado de novias, y en la carretera las limousinas esperando una detrás de otra. Es algo parecido a los Jardines del Moro del Palacio Real de Madrid, donde la acera queda obstruída por los coches que aparcan encima (pues en esa calle no se puede aparcar), de los novios y familiares que van a hacerse la foto.
En cuanto a la temida inseguridad, seguro que habría, pero yendo seis digamos que no nos tocó a nosotros padecerla. Salvo un episodio frustrado en el metro. Al abrirse las puertas del vagón entró violentamente un grupo de tíos que aparentemente estaban peleándose con otro; éste se avalanzó en medio del mogollón contra un amigo... pero antes de que se cerrasen las puertas salieron todos juntitos como si no hubiera pasado nada, vamos que les miré fijamente a las caras y estaba claro que iban todos juntos y la pelea había sido puro teatro. Intentaron robar algo, pero no lo consiguieron y abortaron. Llevaba la bolsa cerrada y bien cogida, y tal vez se dieron cuenta de que no iba solo.
Estuvimos tres días y al cuarto nos volvimos para Finlandia. Saliendo por la frontera, lo mismo que en la entrada, nos quitan los pasaportes, se los llevan en una caja, y nos preguntan si tenemos divisas que declarar o si hemos comprado antigüedades. No se puede sacar ni dinero ni objetos antigüos de Rusia, y de hecho cuando se compra algo susceptible de tener antigüedad, hay que exigir el ticket de la tienda para poder demostrar llegado el caso que es artesanía reciente y no un saqueo.
Supongo que en aeropuerto el control será más feroz, porque en el tren el registro es puramente aleatorio. Abren una o ninguna mochila por vagón.
Dos bandas de mafiosos haciendo negocios a la orilla
de un canal, con sus cochazos aparcados al lado,
y a escasos metros de los bañistas.
-¿Qué tal la familia?
-Bien, ¿Has traído la mercancía?
-Sí, ¿y tú el dinero?
-Vladimir, un tío nos está haciendo una foto.
-Cárgatelo.
de un canal, con sus cochazos aparcados al lado,
y a escasos metros de los bañistas.
-¿Qué tal la familia?
-Bien, ¿Has traído la mercancía?
-Sí, ¿y tú el dinero?
-Vladimir, un tío nos está haciendo una foto.
-Cárgatelo.
En este discreto edificio está la entrada de metro de Nevsky Prospekt.
¿O era la estación de Pepsi Prospekt?
¿O era la estación de Pepsi Prospekt?