Por entonces había muchas más personas en las salas para jugar -actualmente están casi vacías-, aunque no siempre encontrabas buenos compañeros de juego. Había gente que estaba ahí simplemente para ligotear o eran malos perdedores y abandonaban la partida cuando la cosa se torcía en su contra.
Cada jugador posee un castillo y una muralla. Así como trabajadores de 3 gremios:
constructores, soldados y magos, los cuales en cada turno fabricarán ladrillos, armas y cristales mágicos respectivamente, en una cantidad igual a su número. Por ejemplo, si tenemos 5 magos, cada turno añadiremos 5 cristales nuevos a nuestro inventario.
Del mazo de cartas se reparten 8 a cada jugador. En la parte superior de la carta se especifica el tipo de material y la cantidad necesaria que hay que consumir para usar esa carta, y abajo los efectos.
En cada turno podremos usar una única carta, tras lo cual recibiremos una nueva, o descartarnos si no podemos o no queremos usar ninguna.
Hay cartas para construir, para destruir, para robar, para sabotear, y para reclutar más trabajadores de un gremio.
Las cartas de los constructores suelen ser constructivas; las de los soldados de ataque; y las de los magos de todo un poco, y entre ellas está la carta más dañina del juego: "curse". Hay que ahorrar muchos cristales para usarla, pero es demoledora para el enemigo a medio plazo.
El juego se puede ganar de dos formas: alcanzando una altura de 100 con tu castillo, o reduciendo a 0 la altura del castillo enemigo.
Se podría calificar como un juego de azar-estrategia, en el que la suerte de las cartas que te toquen o las que le toquen al rival pesa bastante en el resultado.