La cosa empezaba a las 20:00 en Cibeles. La zona estaba cortada y al aproximarme la cosa empezó con amenazas por parte de uno de los policías, hacía mí y hacia otro ciclista cuando pasamos por su barrera. Estaba de mala leche el hombre, y yo me imaginaba por qué...
En verdad la zona estaba cortada porque había otra manifestación al margen de la bicicrítica, era en contra de los derroches de Gallardón... De modo que en Cibeles se juntaron los de una y otra, bien distinguible no obstante quién era de cada cuál.
Justo cuando entraba una marioneta gigante del Conde Drácula-Gallardón, se puso en marcha la cabeza de la Bicicrítica. Empezamos a rodar por el bulevar de Recoletos, hacia Atocha y por ahí se observaba que había más gente todavía de la que parecía que había desde la plaza de Cibeles, acantonada a lo largo de Recoletos. Según pasaba la cabeza, como si fueran afluentes de un río, iban incorporándose más bicicletas desde los lados de la calle.
Había un par de bicis que transportaban baffles en sendos carritos, añadiendo música a la marcha.
Tras el tramo de Recoletos, sin vehículos por los cortes de las manifestaciones de más arriba, al llegar a Atocha empezó a verse el auténtico efecto de la bicicrítica.
La masa de bicicletas y patinadores se hacía dueña de todos los carriles por los que discurría, saltándose semáforos en rojo y bloqueando la incorporación de vehículos desde las calles transversales. De vez en cuando algún vehículo lograba colarse, pero entonces los más gamberros le rodeaban y le hacían pequeñas perrerías.
Tras rodear el Retiro subimos por Príncipe de Vergara hasta la altura del Santiago Bernabeu. Allí, en una larga vaguada se podía observar la larga cola de bicis que había, y ni rastro de coches entre medias.
La bajada de la Castellana fue muy divertida, a gran velocidad. Algunos voluntarios se ponían como escudos para cortar el paso a los coches que tenían el semáforo en verde en las incorporaciones evitando que el grupo se partiese en trozos, y permitiendo hacer todo el trayecto sin apenas frenar.
La policía ni intervino ni nos acompañó, lo cual me pareció estupendo.
Además, esto era ante todo una muchedumbre, y más de uno estaba esperando la mínima respuesta a sus provocaciones para liarla. Algunos participantes daban vergüenza ajena, la verdad.
Peatones y conductores, algunos lo encontraban divertido, otros nos animaban, otros sacaban fotos para retratar tan insual estampa... y también estaban los que maldecían. "¡Y a los peatones que nos den por culo, por vuestra culpa no puede venir el autobús!" gritaba un viejo desde la parada. "¡Si fueras en bici no te pasaría esto!" Le gritaba humorísticamente unos de los manifestantes a un vehículo capturado entre la masa ciclista. "¡Sí, sí, yo os apoyo, más carriles bici!" (*) gritaba un peatón, y yo pensaba "ESTO es el mejor carril bici".
En medio de la Castellana un señor mayor lograba atravesar un paso de peatones en verde para él entre la marabunta de bicis que descendían esquivándole sin detenerse. Su mujer se había dado la vuelta a mitad de camino, correteando al resguardo de la acera de partida, y así se quedaron los dos, uno en cada lado separados por el torrente de ciclistas.
Por la misma zona, un par de coches que se habían metido en medio del pelotón rodaban cercados por una improvisada escolta de ciclistas, cual indios tratando de asaltar una diligencia. Delante del parachoques del primer vehículo, para evitar que se escaparan por velocidad, se colocaron rápidamente dos tíos que habían unido sus bicis en paralelo montando un soporte para un colorista retrato de Juan Antonio Cebrián, que miraba hacia atrás.
La idea era mantener al pelotón unido y no permitir que ningún vehículo penetrara dentro partiéndolo. De tanto en tanto la cabecera se detenía, bloqueando el tráfico, a la espera de que la cola se reagrupase y nadie se quedase demasiado atrás, lejos del grupo y presa fácil de los vehículos. Las mayores pitadas y cabreos ocurrieron en los dos bloqueos de la Gran Vía, pero ya podían pitar que no iban a pasar hasta que el grupo retomase la marcha. Tocaba esperar con un poco de paciencia o esperar rabiando.
Visto desde otra perspectiva, a la mayor parte de la gente le parece normal que reyes, políticos y famosos monten follones de estos cuando les da la gana, cortando calles para hacer sus desfiles, visitas o celebraciones. Y encima movilizan unos recursos millonarios que pagamos todos.
Aquí la propia gente de la Bicicrítica se encarga de cortar el tráfico y de saltarse los semáforos (juas juas), y al ciudadano no le cuesta nada, sólo un poco de humor y paciencia.
Para mí, la Bicirítica es darse una agradable vuelta tomando las calles de Madrid con la bici, y dar un poco por culo. Sinceramente, no sé si contribuirá a fomentar el uso de la bici, pero por lo que he visto sí que contribuye a que unos cuantos conductores salgan de allí cagándose en los ciclistas, pues la Bicicrítica es una excelente demostración de cómo circula y cómo respeta las normas de tráfico el ciclista urbano medio...
El malo será siempre el vehículo, porque contamina... y yo no.
Perroflautóteles
* Nota: Lo que se persigue aquí es la visibilidad del ciclista y la pacificación del tráfico. Los carriles bici están bien... para darse un paseo, pero no podemos pretender que cubran todos los trayectos necesarios para los desplazamientos de la gente, para eso ya están las calzadas, que es por donde deberían circular las bicis en convivencia con los vehículos.
** La asistencia de esta edición se estima en 2.500 personas.