Iba a subir al Siete Picos, pero como empecé con la tripa vacía y no me llevé nada para comer, se me acabó la batería del cuerpo mientras trepaba las últimas rocas hasta el Majalasna.
Quedarse sin energías es una sensación parecida estar entre el sueño y la realidad, con tu subconsciente salvándote el cuello.
Cuando llegué arriba, directamente, sin rodeos, me topé con el collado de abajo y el primer pico del Siete Picos más allá y más arriba. Y me tumbé en una roca a descansar al sol, dormitando sin llegar a dormir para no caerme. Estaba sin fuerzas. No cansado, porque cuando estás cansado descansas y se cura el cansancio. No me apetecía hincar la pierna para subir más, sólo dejarme caer por gravedad.
Quizá tenga que ver también el comienzo de la primavera, que me deja grogui.
Y como en la ladera Norte había franjas dispersas de nieve, bajé por ahí intentando deslizarme con los pies o con el culo. Aunque deslicé poco, sólo en algún tramo de nieve más dura. En el resto me conformé con no hundirme demasiado.
A partir del GR-10 terminaba la nieve, seguí un poco más y al final bajé por el camino más corto: ladera a través, esquiando sin nieve, hasta que desemboqué en la primera curva del camino zizageante que usé para subir ¡Toma puntería!
Por cierto, ¿de dónde vendrá el toponímico Majalasna?... pudiera venir de "Majada de la asna".
Cornicabras
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Las laderas de los montes están cubiertas por un bosque bajo de encinas y
cornicabras, que en esta época del año salpican de ocres y rojos el
paisaje. En l...