(Juntos, nada más)
Película basada en una novela de Anne Gavalda, escritora de enorme éxito en la actualidad en Francia, protagonizada por Audrey Tautou, más conocida como Amélie.
AVISO: Si no has visto la película aún y piensas verla, no leas lo que viene a continuación, desvelo el -por otra parte previsible- final.Empezamos con una Audrey más natural, más guapa así en mi opinión, también pálida y anoréxica, condición que le recordarán todos los personajes de la película.
La chica malvive en una inhóspita buhardilla trabajando de madrugada para una empresa de limpieza de oficinas. Hasta que, una fría noche en la que enferma, es rescatada por el príncipe azul... un vendedor de postales de ascendencia nobiliaria como demuestran sus exquisitos apellidos, algo tartaja cuando se pone nervioso, que vive en un lujoso piso propiedad de su familia... temporalmente hasta que lo vendan.
Pero digamos que éste príncipe no se va a comer nada, al menos con Amélie; es un chico extremadamente tímido y respetuoso, un samaritano dispuesto a ayudar a todo el mundo (podríamos llamarle Amélio), y tanto es así que en su apartamento acoge también a un macho ibéri... digo un macho galo: motero, cocinero, fumador empedernido, estresado, atractivo, que baja bragas chasqueando los dedos, y que no cabe duda de que ligará con la hembra gala: Amélie.
Éste personaje es multifacético: un currante Arguiñano en el trabajo; un nieto amoroso cuando acude en su moto, marcando cachetes, al hospital a ver su abuela; y un macarra cuando llega a casa y hace vacío a la pobre Amélie.
Si bien Amélie empieza la película sin ser Amélie, a la mitad de la misma, por arte de magia... se transforma de nuevo en la protagonista de la película que la hizo saltar a la fama, con todos sus clichés y expresiones faciales. Entonces podemos afirmar sin ninguna duda que, efectivamente, se ha enamorado del macarra (porque de momento es la única faceta que conoce de él).
Bien, ¿y cómo se llama la atención de un macarra? pues por las malas, para demostrar que puede ser mala, y reparando posteriormente el daño, para que reflexione. En la práctica esto es destrozarle su cadena de música, y comparle una nueva al día siguiente. Con esta táctica completamente improvisada, fruto de la desesperación, Amélie dice "Eh, ¡estoy aquí!", y consigue por fín que el otro se fije en ella con otros ojos, o que aflore lo que se estaba fraguando dentro de él, porque cuando odias tanto a alguien sin motivo justo, corres el peligro de acabar enamorándote.
Bien, ahora el protagonista sufre un cambio radical, en su relación con ella pasa de pasota macarrónico a gentil halagador con ojillos de tontuelo. Y ella, ya hemos dicho que se ha transformado en Amélie, con un pequeño matiz: es una Amélie incapaz de decir "te quiero", pero sí "fóllame".
Ésta es su jugada: hacerse la dura, y así lanza su farol. Pero el otro se lo devuelve con la misma dureza, originándose una batalla de orgullos, a ver quién puede más. Ella en su papel de dura sin sentimientos, de "sólo sexo", y él en el papel de "pues ahora te jodes, y ni sexo ni besos".
Y llegamos al final de la peli. Se desarrolla en un lugar que a Amélie le encanta: las estaciones de tren. El chico se marcha a Inglaterra, la noche anterior le pidió sinceridad, una frase para que se quedase, que abandonase el juego, pero ella continó en su papel de dura... hasta el último momento, cuando él se va a subir al tren. Puñetera, con el latazo que es hacer las maletas, para tener que deshacerlas luego.
Al final todos son felices, no hay perdedores ni malos en esta historia. Cada cual encuentra su destino o se acopla al final feliz común.
C'est tout ! c'est eau tout, C'est Tautout.
¡Ey, esa no es la bufanda que te regalé de mi abuela! Brindemos por el éxito de la película. Bueno, qué ¿Lo hacemos?
No. Quiero que me cuentes cositas de tí... jijiji.