lunes, 27 de noviembre de 2006

el primer chino de mi barrio

Cogieron un local bastante grande, y lo atendía un matrimonio (supongo). Ella muy seria y él todo lo contrario, parecía el arquetípico comerciante chino presto a atender solícito con una gran sonrisa.
Por aquella época les compraba bastante y casi siempre lo mismo, iba allí a por la "cena", que consistía en un paquete de tabaco y una lata fría de cocacola, y ocasionalmente patatas fritas.
Acababan de llegar y hablaban muy mal el español, pero como buenos comerciantes, se habían aprendido el nombre de todo lo que vendían, y mientras te ajustases a decir nombres de productos no había problemas de entendimiento, aunque a veces tenías que señalar.

Recuerdo una vez que se me antojaron unas patatas de esas que vienen en un tubo, cuyo nombre no recordaba, y se lo traté de describir al chino... que no me comprendía, hasta que con una sonrisa y un gesto de "¡ya lo tengo!" se agachó bajo el mostrador y sacó una litrona... No, no jajaja.

Estaban abiertos de contínuo desde las 10 de la mañana hasta las 2 de la madrugada, y yo por esa época era bastante nocturno pues estaba con el fín de carrera. El chino ya me conocía y si les pillaba cerrando me invitaba a pasar con una sonrisa. Pero un día dejé de ir a comprarles. Le fuí a comprar un paquete de tabaco cuando ya había comprado otro por la mañana, y el chino me dijo ya sin la sonrisa: "fumas demasiado".
Y aunque le agradecí la preocupación, no pude volver ahí, de alguna forma me daba vergüenza.

A los pocos meses un tipo se bajó de un coche, entró en la tienda y le mató... según cuentan. Se rumoreaba en el barrio que había sido la mafia china, quién sabe por qué, ¿por una deuda o un impuesto mafioso sin pagar?
Pasé por ahí al poco del suceso y la tienda estaba llena de chinos vestidos de negro, serían familiares haciendo luto... y haciendo compañía a la viuda mientras la tienda seguía abierta por si volvían los matones - imaginé. Supongo que no se pueden permitir el lujo de cerrar y perder ventas por nada del mundo. Luego llegaron los que en teoría eran sus dos hijos, y entre la mujer y ellos siguieron con el negocio.

Me dió muchísima pena cuando me enteré del suceso. Y cuando veo esa tienda a veces me acuerdo de aquel chino, aunque habrán pasado ya unos cuatro años. Es muy fuerte cuando alguien desaparece de esa forma. Hoy está ahí atendiendo su negocio oficiosamente, y mañana ya no existe en el mundo. ¿Sabría que iba a morir?

1 comentario:

Otratazadecafe dijo...

Estas son las cosas que demuestran que la vida es un suspiro, hoy estás tan campante sonriendo a los clientes y mañana...
Desde hace un año más o menos que empecé a pensar a menudo en esto, que tristeza y que rabia.